Más que un club
El Barça es, junto a TV3, la avanzadilla del régimen y la embajada internacional de sus objetivos. Al final va a ser cierto eso de que, más que un club, es un puticlub
El FC Barcelona ha firmado un convenio con Òmnium Cultural, la cosa esa que, hinchada a dinero público, soflamó el golpe de Estado en Cataluña indultado luego por Pedro Sánchez, siempre más duro con el Tribunal Supremo que con los reos.
Laporta, amiguito del alma de Puigdemont, es junto al derrotado Guardiola la cara visible del independentismo culé. Portavoces de su victimario y altavoces de sus delirios, ambos encarnan la viva imagen de la falsedad de tanto sufrimiento: la papada del primero no parece compatible con la represión que denuncia, salvo que el pérfido Estado español haya inventado un sutil método de tortura nuevo a base de solomillos, cubatas y panceta.
Y las tragaderas del segundo para vivir como un jeque con dinero de Qatar desmontan su afectada inquietud por el acoso a los derechos humanos, que solo denuncia allá donde permanecen intactos: no debe ser fácil ir por la vida de cazafascistas y ponerte luego mirando a La Meca para que un sultán te firme cheques en blanco, el color del Real Madrid.
La cosa esa de Òmnium está vicepresidida por Mónica Terribas, que es la traducción libre al catalán de Leni Riefenstahl, con quien compite como propagandista del régimen: la una rodó El triunfo de la voluntad, pero la otra promocionó y convocó el procés en incesantes noches de los micrófonos largos donde llegó a pedir a la audiencia, desde medios públicos, que ayudaran a localizar a policías y guardias civiles haciendo su trabajo.
Con ese chiringuito, presidido hasta hace nada por el golpista Jordi Cuixart, que se cree Gandhi y no pasa de Dioni con acento, ha sellado una alianza el club que luego reclama que no se mezclen política y deporte, a ver si cuela y algún tonto sigue comprando camisetas del Barça.
Las palabras que acompañan al convenio, vigente por cuatro años y glosadas por Mario de las Heras en El Debate, no admiten dudas. Se trata de «apoyar todas aquellas acciones democráticas en favor de los derechos y libertades de Catalunya y poner al FC Barcelona junto al pueblo catalán en su libre ejercicio a decidir su futuro».
Por si alguien se pregunta si, pese a lo escrito, no será la cosa para tanto, el propio Laporta en persona hizo la aclaración: «Hoy es un día especial. Nosotros tenemos muy claro que Òmnium es más que una entidad cultural, el Barça es más que un club y a los dos nos une este hilo de luchas compartidas que viene de lejos, pero que también tiene un presente y que seguro que también tiene un futuro».
Solo faltó Gerard Piqué, sufriendo también a lo loco con su catalanismo oscilante, y Guardiola, tal vez de viaje a algún destino humanitario en Arabia; para cerrar el círculo del separatismo tragaldabas que todos ellos conforman: cuanto más luchan para el pueblo, más engordan el bandullo, la cuenta corriente o las dos cosas a la vez.
Pero más allá de la difícil venta del producto separatista con esas barrigas, esos olores a Chanel y esas amistades califales, queda una conclusión de la que tomar nota: el Barça, junto a TV3, es la avanzadilla del régimen y la embajada internacional de sus objetivos.
Porque es más que un club: en concreto, un puticlub.