Asesinar y violar a mujeres no es tan grave a veces
Mientras la delegada del Gobierno en Valencia se pregunta «¿qué os pasa a los hombres?», todo el negocio femitonto oficial se calla ante el asesinato en Pakistán de dos españolas torturadas primero
Ninguna de las exaltadas que, amparadas en el inmenso dolor que a todos nos provoca el asesinato de una mujer, aprovecha para redoblar su delirante negocio de género, ha encontrado un minuto para referirse al engaño, secuestro, tortura y asesinato de dos españolas de origen paquistaní por negarse a aceptar un matrimonio a la fuerza impuesto por su propia familia.
La delegada del Gobierno en la Comunidad Valenciana, Gloria Calero, logró el cénit del populismo femitonto al formularse esta pregunta en voz alta, tras conocerse otro de los casos de violación grupal que solo encuentra hueco en los discursos públicos y mediáticos si los salvajes son nativos de España: las barbaridades sexuales, si las cometen extranjeros, son al parecer menos graves.
Dijo la susodicha, mirando al horizonte como si el futuro reclamara su deyección y ella fuera una pensadora de vanguardia: «¿Qué os está pasando a los hombres que estamos retrocediendo a esta cultura de la violación que creíamos desterrada?».
Quizá podría preguntarle a sus tres hijos, o a su marido si el hombre aguanta ahí por solidaridad con el resto de la humanidad. O a su padre. O a Sánchez. Este tipo de irenes monteros hablan siempre como si ellas no vinieran de un hombre y nosotros no lo hiciéramos de una mujer, lanzando una pedrada a un estanque donde todos nadamos, en realidad, en la misma dirección: que es la de trincar a todos esos indeseables y salvar, juntos, a nuestras hijas, sobrinas, madres, esposas, compañeras y amigas.
El caso es que no consta que la hiperventilada fallera ni el resto de funcionarias del mangoneo feminista, que es un oneroso negocio a costa del contribuyente y una tarada cosmovisión de la imprescindible pelea conjunta por la igualdad; haya encontrado un momentito para decir algo del brutal crimen de estas dos pobres españolas en un país donde la mujer, para tantos, está considerada por debajo de la rata almizclera.
Les importa menos que asesinen a dos mujeres si los asesinos no celebran la Navidad; o que las violen si los violadores hablan en una lengua no vehicular
Al menos al escribir estas líneas, pasado un día de los hechos, ni las sísepuedes ni las yolandistas ni las máshachís, por citar tres de las bandas latinas más conocidas del chollo populista, han soltado algo por esas boquitas sobre las hermanas de Tarrasa, objeto del mismo silencio que las violadas por magrebíes en cualquier rincón de España. Cuando lo hagan, si lo hacen, será ya demasiado tarde.
La moraleja es sencilla: solo se enfrentan a verdugos inexistentes como método para prosperar política y económicamente; pero se callan como puertas cuando el enemigo es cierto pero pone en jaque la visión más idiota del multiculturalismo, esa que permite avergonzarse de los valores civilizados propios de Europa, que son los mejores alumbrados nunca por la humanidad; y aceptar y tapar, desde un buenismo estúpido en el mejor de los casos, los peores venidos de fuera.
No sabemos qué les pasa a la hombres, delegada, pero es muy fácil definir qué le pasa a enfermas como ustedes: no les importa del todo, o les importa menos, que asesinen a dos mujeres si los asesinos no celebran la Navidad; ni que las violen si los violadores hablan en una lengua no vehicular y ni siquiera que una de ustedes secuestre, deje desnutridos y no escolarice a sus hijos si con ello pueden montar un escrache al sentido común, a la decencia y a la maternidad.
A los hombres y a las mujeres, por lo general, lo único que nos pasa se llama Pedro Sánchez. Y luego a alguna la matan sinvergüenzas reincidentes a los que algunos meteríamos en una celda de por vida, si son irrecuperables, a pesar de su oposición a la prisión permanente revisable.
Pero a ustedes, ilustres miembras, les pasa de todo. Avísennos si andan algún día por Pakistán: por imbéciles que todas ustedes sean, allí estaremos para ayudarlas. Algunos no vemos nacionalidades ni acentos, que ustedes convierten en coartadas, pero tenemos un buen radar para detectar a los hijos de puta.