¿Y si Sánchez no se presentara?
Sánchez sabe que tiene ganado a pulso el epitafio que otros ya ostentan, y él lo hará como presidente del Gobierno. Yace aquí un inmoral que hizo en su mandato mal y bien: el bien que hizo, lo hizo mal; el mal que hizo, lo hizo bien
Hay un runrún latente que apunta a que Pedro Sánchez no se presentará a las próximas elecciones. El 19-J andaluz servirá de termómetro para esa posibilidad que a mí se me antoja cada vez menos marciana. Maquiavelo aconsejó que cuando no puedas ganar el amor del pueblo, lo mejor era aterrorizarle. Pero hay que reconocer que Sánchez ya no causa miedo, sino desconsuelo, desamparo y desaliento. Primero a los que le votaron y no viven de la industria sanchista, y después, al resto. Es decir, a todos. Los que menos miedo le tienen son los Rufián y Otegi, de cuyo pulgar depende el Falcon y sus veranos en la Mareta.
Ese miedo le hace exudar cadaverina prematura. Si el castañazo de Espadas es sideral en Andalucía, a donde solo él ha ido a echarle una mano (definitivamente al cuello), los gurús monclovitas recordarán al César que es mortal y que, si acude a las elecciones con su mochila de felonías, traiciones al Estado y pésima gestión, su Bruto le convertirá en cenizas, para que pase a la Historia como el primer presidente de Gobierno en ejercicio que pierde en las urnas; con la excepción de Felipe González, que la pifió solo por 300.000 votos ante Aznar y después de haber gobernado durante 14 años.
No echen en saco roto esta hipótesis. Porque toda la estrategia del Gobierno más lamentable y penoso de nuestra historia solo trabaja para el éxito del líder, y si este se viera comprometido con unas encuestas que no sumaran ni con la escuchante Yolanda Díaz ni con un zurcido a las costuras del Frankenstein, entonces dirá que se presente Rita la Cantaora, candidata ignota en el universo sanchista, donde solo la incompetencia de Su Excelencia ha ocupado el reino de Ferraz. Sánchez sabe que tiene ganado a pulso el epitafio que otros ya ostentan, y él lo hará como presidente del Gobierno. Yace aquí un inmoral que hizo en su mandato mal y bien: el bien que hizo, lo hizo mal; el mal que hizo, lo hizo bien. Pero solo él quiere ponerle fecha a esa lápida.
Entre emperadores totalitarios se entienden: ya dijo Napoleón que las derrotas son huérfanas y las victorias tienen mil padres. Si esa derrota es inexorable a finales de 2023, Sánchez repartirá la paternidad entre la pandemia, la guerra, la falta de sentido de Estado de la derecha y su vulnerabilidad ante sus únicos socios posibles, los enemigos de España. Todos, menos él. Ese relato ya se está escribiendo, cual tesis palmaria, en esta primavera florida en los jardines de la Moncloa para justificar la espantá, si llega.
Andalucía marcará la pauta. Allí el cariño que se tiene a Junqueras y compañía es el justo, más o menos el que demostraron las élites catalanas con los obreros andaluces que se mataron a trabajar en aquella región y hoy son víctimas de la xenofobia de los amigos del presidente. Estén atentos: cuando la derrota llegue, igual ya no encuentra a Sánchez con sus gafas de aviador.