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El astrolabioBieito Rubido

¿Cuál es el partido más corrupto?

En Valencia hay dos escándalos que no pasarían el tamiz de los juicios paralelos televisivos si fuesen protagonizados por el PP, pero como son del PSOE y Compromís, parecen cuestiones veniales

Actualizada 01:40

La corrupción no solo abarca el terreno económico, aunque en España sea el que más tiempo ocupa en las televisiones. La corrupción moral o política es, probablemente, mucho más grave y, a la larga, la más perniciosa para el conjunto de la sociedad. ¿No es corrupción mirar para otro lado cuando se sabe que se abusa o prostituye a menores tuteladas por el propio Estado? ¿No es también carcoma moral gobernar con apoyos de los enemigos de la democracia? ¿No hay depravación política cuando se dice una cosa antes de gobernar y la contraria cuando se alcanza el poder? ¿No se traiciona a un pueblo cuando se gobierna con manifiesta ineficacia? La respuesta a estas preguntas no sirve, ni yo lo pretendo, de justificación alguna a la inmoralidad económica que practican algunos políticos. La corrupción económica debe combatirse venga de donde venga. No como ocurre en España, donde algunos solo se centran en los cohechos y sobornos del PP y olvidan la larga nómina de escándalos del PSOE. Feijóo hoy debería llevarle al Senado el listado de corrupciones de la historia moderna del PSOE, comenzando con el escandalazo de los ERE de Andalucía, en los que solo ellos se llevaron por delante más de 800 millones de euros de dinero público. Ese desenfreno de corruptelas no termina ni empieza ahí. Solo en la Valencia actual, donde acosaron a Rita Barberá hasta la muerte, hay dos escándalos que no pasarían el tamiz de los juicios paralelos televisivos si fuesen protagonizados por el PP, pero como son del PSOE y Compromís, parecen cuestiones veniales. Si alguien tiene el ánimo de sumar las cantidades defraudadas por el PP, el PSOE y la familia Pujol, concluiría cuál es el partido más corrompido de este país, y no es el PP. Hay muchas formas de corromper a la sociedad, otra es contando medias verdades; otra, creyendo que el fin justifica los medios. Estamos en el tiempo del metalenguaje, las noticias falsas y las realidades paralelas. Una cosa está clara: en plena campaña andaluza, Sánchez no puede utilizar el asunto de la corrupción, porque a nada que los fontaneros de Feijóo se documenten, verán quién es el campeón en el extravío fraudulento de los dineros públicos… Y esa, insisto, no es la peor de las corrupciones. Atentar contra la democracia, con envolturas democráticas, es mucho peor.

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