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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Teresa Rodríguez

La educación sexual de los niños no puede ser una excusa para pintarles el toto ni confundirles a edades donde todo está por madurar

Actualizada 01:55

Desconozco si el onanismo necesita de talleres y si los monitores debieran ser los mismos que imparten ya cursos para pintarse el toto o, por razones sindicales, los convenios colectivos del sector son como los de cualquier otro servicio de la Administración Pública, donde es preceptivo tener un tío para poner la tuerca y otro para apretarla, ambos con sus correspondientes sustitutos y sus moscosos reglamentarios.

Pero sí parece inoportuno implantar ese tipo de enseñanzas en la escuela pública, con niños de diez años y dentro de un programa lectivo que ya intenta atentar contra la educación sexual, al imponer unos delirantes cánones sobre la materia cuando la naturaleza no ha hecho, ella sola, todo el trabajo de maduración que siempre cumplimenta con el apoyo logístico de la familia y de la vida.

No es una oposición mojigata: la evidencia científica concluye que la madurez sexual lleva un tiempo, y que moldearla e influir en ella desde parámetros ideológicos puede provocar estragos en personalidades aún por conformar.

Decirle a un niño que da igual un guardameta que te la meta un guarda, que el sexo no existe y es un prejuicio cultural o que debe darle a todo como si todo diera igual no solo es una guarrería: también es, ante todo, una agresión, recubierta de un buenismo inexistente que traslada los gustos, las opciones o hasta las taras propias al segmento de la población más indefenso o permeable a todo.

De todas las hiperventiladas que abrevan en el populismo nacional, la más presentable es Teresa Rodríguez, candidata de Adelante Andalucía: no le compraría ni una bicicleta de segunda mano, pero reconozco en ella la coherencia y sinceridad que en el resto es pose. Hace lo que piensa, aunque lo que piense a menudo sea un despropósito. Un respeto: me gusta y me cae bien, qué pasa.

Por eso no le pega reclamar, en el debate andaluz que terminó de elevar a Juanma Moreno como uno de los tipos más razonables del circo patrio, los talleres de pajas en la escuela pública, más propios del Ministerio de Igualdad o del de Hacienda, los dos grandes encargados de tocarle el cono Sur a la afición, por razones distintas.

A Teresa, como a Kichi, les pega equivocarse en sus prioridades y recetas, pero no dejar de practicar todas y cada una de sus prédicas: viven como hablan; hacen lo que pontifican y no han aprovechado la política para empadronarse en Galapagar tras insultar a los dueños de cualquier adosadito de medio pelo.

Así que en esto hay dos opciones: o Teresa habla por experiencia propia, en cuyo caso la felicitamos recordándole que ya ha pasado las cuarenta primaveras y es profesora de materias más importantes para los niños; o le ha picado el mismo bicho que a Irene, Yoli, Mónica, Ione y el resto de cantantes en playback que se creen The Supremes.

Tere, bonita, del toto y sus némesis ya nos encargamos cada uno. De ti esperamos que derrotes a una izquierda zángana para que, al menos, haya una izquierda equivocada. No es mucho pedir, se trata solo de distinguir la paja del heno, con perdón.

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