Una derecha que se suicida
Truss es una confusión, dentro de una duda, dentro de una incongruencia constante. A lo largo de su vida se ha declarado republicana y contraria al Brexit. Pero ahora aspira a ser primer ministro para hacer exactamente lo opuesto
Desde que el Partido Conservador ganara las elecciones de 2010, tras trece años de gobiernos laboristas, los errores de los diferentes dirigentes de la formación se han sucedido uno tras otro, como si fuesen inevitables. Cameron, el primer ministro que derrotó a los laboristas, tuvo la genial idea de aceptar la convocatoria de un referendo sobre la independencia de Escocia como fórmula para cerrar el asunto durante dos generaciones. Ocho años después, el Gobierno escocés ya ha dicho que van a convocar otro referendo de forma inminente. Le cogió afición a esto de consultar al pueblo y convocó otro sobre el Brexit el 23 de junio de 2016 y ya sabemos cómo acabó aquello: el Reino Unido fuera de la Unión Europea y Cameron en su casa. Qué menos.
Veinte días después de que Cameron dimitiera, los conservadores eligieron a Theresa May que intentó negociar una salida razonable de la UE a la vista de los infinitos problemas que aquello iba a provocar y que nadie había mencionado al electorado británico. Los euroescépticos de su partido le hicieron la vida imposible hasta acabar con ella y elegir a Boris Johnson por una amplia mayoría. Aquello tenía al menos una lógica: ya que se empeñaban en sacar al Reino Unido de la UE, al menos que fuera responsable de hacerlo quien les había creado ese problema a los británicos. Desde entonces todo ha ido de mal en peor y los propios conservadores han tenido que rebelarse contra un primer ministro de su partido que había logrado en diciembre de 2019 la mayor mayoría parlamentaria en 40 años.
¿Cuáles son las opciones ahora? Tenemos como favorita a la ministra de Exteriores, Lizz Truss, a pesar de que quedó en segundo lugar en la elección interna dentro del grupo parlamentario conservador, que ganó el anterior canciller del Exchequer, Rishi Sunak. En los anteriores procesos sucesorios, cuando ganaron Theresa May en uno y Boris Johnson en el siguiente, ambos fueron a la ronda final donde eligen los afiliados habiendo ganado más de la mitad de los votos de sus compañeros en los Comunes. Esta vez sólo el más votado, Sunak, ha conseguido superar por la mínima un tercio de apoyos.
Sunak claramente representa la opción más centrista y moderada del partido y probablemente tenga posiciones igual de euroescépticas que Truss, pero tiene un problema imposible de obviar: el origen hindú de su familia –aunque él nació en Southampton–. Eso es algo de lo que nadie habla, pero que tendrá un enorme peso entre los 200.000 electores conservadores. Y por algo el miércoles Sunak admitía que la favorita es su rival.
Truss es una confusión, dentro de una duda, dentro de una incongruencia constante. A lo largo de su vida se ha declarado republicana y contraria al Brexit. Pero ahora aspira a ser primer ministro para hacer exactamente lo opuesto. Es verdad que sus veleidades republicanas son de hace muchos años, pero del referendo sobre la salida de la UE apenas han pasado seis años.
El más malvado de la escena británica, Dominic Cummings, el director de la campaña del Brexit y el asesor jefe en la sombra de Boris Johnson hasta que fue despedido, sin duda ha jugado un papel determinante en la caída de Johnson. Todas las filtraciones sobre las fiestas durante la reclusión por la pandemia se le atribuyen a él. Tras conocerse el nombre de los dos finalistas, Cummings ha dicho la última de sus maldades: Johnson apoya a Truss porque –según Cummings– es tan incompetente que Boris alberga la esperanza de que los suyos también la derroquen y él pueda presentarse a un nuevo proceso de primarias. Y vuelta a empezar. Es difícil suicidarse más lentamente, pero con mayor efectividad.