Ahorro de energía y derroche de soberbia
Tiene su guasa que los rivales políticos y mediáticos de Feijóo se preocupen por su futuro, justo cuando este va como un tiro en las encuestas
De todas las trampas al solitario que se hace la izquierda en horas bajas, una de las más enternecedoras es ese intento por agitar fantasmas de división interna en el Partido Popular. Estos días el pedrismo mediático se ha mostrado tan preocupado por el futuro de Feijóo que bien podría repetir aquel «será una broma» con que despachó hace meses las críticas de la izquierda a los pactos del PP.
Sin duda tiene su guasa que los rivales políticos y mediáticos de Feijóo se preocupen por su futuro, justo cuando este va como un tiro en las encuestas; si las elecciones se celebraran ahora el gallego podría sacarle hasta 40 escaños de ventaja a Sánchez. Sin embargo, para estupor general, a los socialistas no les inquietan sus pobrísimas expectativas electorales sino la situación de Feijóo y del resto de dirigentes del PP supuestamente desbordados por Isabel Díaz Ayuso.
El pedrismo sufre por Feijóo y vuelve el ritornelo de la indisciplina de Díaz Ayuso, las críticas a su afán de protagonismo y las acusaciones de deslealtad. Es argumentario de mercadillo para intentar descalificar a quien va camino de conseguir otra mayoría absoluta para el Partido Popular como la de Juanma Moreno en Andalucía. De este se decía que ocultaba las siglas del PP y de Ayuso se dice que va por libre, pero la intención siempre es la misma: restar lustre al innegable tirón político del Partido Popular. Habrá quien se lo crea hasta que otra noche electoral les vuelva a despertar de tanta ensoñación.
Si Sánchez ha decidido hacer su campaña agitando un resentimiento cainita contra bancos y eléctricas, Ayuso volverá a hacer su campaña abanderando la indignación de los madrileños contra Pedro Sánchez. Y apostaría a que el presidente del Gobierno resulta un enemigo mucho más útil a efectos de movilización que el señor Galán o la señora Botín porque, a diferencia de estos, no deja de dar motivos para el cabreo ciudadano con esa mezcla explosiva de arrogancia e incompetencia.
Sánchez no es ese lobito bueno maltratado por los corderos que cantaba Paco Ibáñez, sino todo lo contrario. Es un político divisivo e implacable que se ha ganado a pulso la desconfianza de la oposición, el malestar de sus socios y la animadversión de buena parte de los ciudadanos. A lo largo de estos años hemos comprobado cómo sus decisiones han sido siempre atropelladas y autoritarias, además de torpes e ineficaces. Ahora, con el plan de ahorro energético ha vuelto a organizar una chapuza técnica y política. A Ayuso le cabe el honor de haber sido la primera en señalarlo.
La soberbia del presidente, su negativa a hablar con la oposición, con las comunidades autónomas o con los sectores afectados acaba condenando al fracaso todas sus iniciativas, incluso una tan loable como pueda ser incrementar nuestro ahorro energético. Tanto derroche de altanería se revela como un síntoma más de un pésimo gobierno empeñado en demostrar su ineptitud a diario. Que se consuelen pretendiendo que Ayuso es un problema para Feijóo solo demuestra lo desnortados que están.