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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Y de los suyos

Sostres le pregunta: «¿No cree que si Europa y USA ya han dejado claro que no van a matar a Putin, es mejor pactar con él?». Y responde la ucraniana: «Putin es un asesino. Estoy orgullosa de los huevos de mi pueblo»

Actualizada 01:50

Salvador Sostres es un gran columnista. No tiene miedo a su verdad. La verdad de cada uno es siempre subjetiva, y Sostres no se detiene en escaparates cuando su verdad le demanda y exige la libertad. Por otra parte, como antiguo y entusiasta joven independentista, se conoce al dedillo la gran mentira y a todos los farsantes y sinvergüenzas que han llevado a Cataluña a los aledaños de los vertederos. Algún día escribirá en El Debate. Pero la segunda versión de Sostres en el ámbito literario y periodístico es también extraordinaria. Sin aparentar esfuerzo, firma estupendas entrevistas en la contraportada de ABC. Por su página pasan personajes desconocidos que aportan con sus respuestas mucho más que los que han sido entrevistados en centenares de ocasiones. Y no oculta su profundo cristianismo, reconocimiento público que empieza a ser un riesgo añadido al simple ejercicio de la libertad de expresión y opinión. Tiene defectos, algunos de ellos incorregibles, sólo merecedores de amnistías por sus orígenes. Nació en Barcelona, creció en Barcelona, se formó en Barcelona y, por contaminación anímica, es un forofo del Fútbol Club Barcelona, si bien, no escatima su admiración por el Real Madrid. Se trata de un pecadillo venial. Pedro Sánchez, que nació en Madrid y jugó muy mal al baloncesto en el Estudiantes, es del Barcelona. Y ese pecado es mortal, porque su barcelonismo proviene del odio y las envidias que las izquierdas han reunido contra el Real Madrid, al que motejaron como el «equipo del régimen franquista» cuando el generalísimo era del Barcelona, al que salvó de su extinción. Prueba de ello, esas dos medallas de oro y brillantes que le concedió el Barcelona, y que ahora le han sido retiradas, exigiendo a sus herederos que las devuelvan, que no las van a devolver porque no las encuentran, entre otros motivos. Como si Franco las hubiera guardado en lugar preferente.

De las entrevistas de Sostres siempre se obtiene información y alguna sorpresa. Y la sorpresa nos la ha regalado su entrevistada Oleksandra Garde, una joven ucraniana que trabaja en una de las más importantes empresas del lujo ibicenco. Lleva muchos años en España, y sus padres viven en los entornos de Kiev. Dice que, en su negocio, la guerra sólo le ha afectado anímicamente a ella, por ser ucraniana – los cursis dicen «ucrania» o «ucranio»–, pero pasando muy por encima de su tragedia nacional y personal. Y Sostres le pregunta: «¿No cree que si Europa y USA ya han dejado claro que no van a matar a Putin, es mejor pactar con él?». Y responde la ucraniana: «Putin es un asesino. Estoy orgullosa de los huevos de mi pueblo». Y he aplaudido esa respuesta hasta con las orejas.

Huevos, también, los suyos. Cuando Alfonso XII desobedeció a don Antonio Cánovas, y en contra de su voluntad, viajó hasta Aranjuez a visitar a los enfermos de peste, el presidente del Consejo de Ministros, que en el fondo estaba de acuerdo con el gesto del Rey, le preguntó: «Señor, ¿cómo ha podido desobedecerme?». Y Alfonso XII le respondió: «Don Antonio, con todo mi respeto, porque me ha salido de los huevos».

Por otra parte, y sin que pueda ser interpretado el siguiente apunte como subjetivo, cuando Sostres viaja a Madrid toma su copa en Richelieu. Un valor añadido. Las subvenciones condicionan. Y la libertad reclama a los libres.

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