Los burgaleses
Ser de Burgos es formar parte de la raíz de nuestra mejor Historia
Si algún día, y por cualquier casualidad o circunstancia, alguien me llama «burgalés», me sentiré muy orgulloso. Burgos y su provincia reúnen en su capital, sus pueblos y su paisaje el prodigio de la Alta Castilla. Ser de Burgos es formar parte de la raíz de nuestra mejor Historia. No obstante, un cretino, lo acuñó como insulto y desprecio. Sabino Arana, fundador del «Bizcaitarrismo» (sic) que más tarde se convertiría en el PNV, les decía a los alaveses, «burgaleses». A los guipuzcoanos tampoco los apreciaba. Para aquel desmoronado de pito que pasó su luna de miel en Lourdes pidiendo un milagro que no se contemplaba en el reglamento – la erección de su fuchinguilla para sembrar la semilla de la descendencia en el vientre de su esposa, Nicolasa Achica-Allende Iturri-, la tierra de los vascos se resumía en Vizcaya. Los capitalinos guipuzcoanos se le antojaban monárquicos españoles o simplemente afrancesados, y los alaveses, mucho más cercanos a los burgaleses que a los vizcaínos, exceptuando los enclaves –Llodio, Amurrio etc-, próximos a Bilbao. Sabino era un heredero del resentimiento fundamentalmente tonto, pero tenía un hermano menor, Luis, que le ayudó sobremanera en la confección y creación de la farsa histórica. Entre otras cosas, fue el diseñador de la ikurriña –«banderola» en su traducción más fiel–, copiándola de la Union Jack del Reino Unido de la Gran Bretaña a Irlanda del Norte. Se comió el azul de los escoceses, y lo cambió por el verde de los prados del norte de España , tan verdes en las provincias vascas, como en la Montaña de Cantabria, el Principado de Asturias y las melancolías gallegas. Luis Arana, al que nadie de su familia llamaba «Koldobika» –o «Koldo»–, sino Luis a secas, era el listo de aquella rama de los Arana, fue en tres ocasiones presidente del PNV, y combatió contra Franco con tan corajuda insistencia y contundencia que éste le permitió vivir en España y morir en Santurce –donde las «sardinas frescué»– en 1951.
Fue Luis Arana el que convenció a Sabino, el mayor, el tonto, que abandonara sus desprecios hacia guipuzcoanos y alaveses, y sumara al «bizcaitarrismo» Guipúzcoa, Álava y una parte de Navarra. De los fundadores de ocurrencias «nacionales» existe una reñida pugna por designar al más obtuso de los dos candidatos. El vasco Sabino Arana y el andaluz Blas Infante, que pasó por el trance de desear ser musulmán. Por ahora, vence por una cabeza –usando de la jerga de las carreras de caballos de doña Maritcha Ruiz–, Sabino Arana, pues Blas Infante no peregrinó a Lourdes en su viaje de novios, y tuvo con doña Angustias García Parias, tres hijos. Además, la nube mema de don Blas fue pasajera, –notario y catedrático–, mientras que la de Arana fue permanente.
Días atrás se celebró la apertura de las fiestas de la Virgen Blanca en Vitoria. A primeras horas de la mañana los comandos de Bildu llegaron a la capital alavesa para apropiarse de la celebración. El batúa, ese idioma nuevo, se expresó en las pancartas de esa gentuza. Reivindicaban el socialismo y el feminismo, con hondo respeto por las raíces eusquéricas. «Sozialismoa y Feminismoa». Emocionante. Hasta Sabino Arana, de ver esos trapos con mensajes en batúa se habría avergonzado. Y es probable que después de leer las pancartas «Sozialismoa y Feminismoa», hubiera abandonado la fiesta. «Demasiadas tonterías he protagonizado en la vida para, a estas alturas, hacer el «gilipollasmoa». Me voy a Burgos».
O algo así, más o menos parecido. Agur.