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Perro come perroAntonio R. Naranjo

SOS: la pesca, como el campo, va a desaparecer por culpa de Bruselas

Europa está a punto de varar a mil barcos y 10.000 marineros, en otra catástrofe similar a la que ha dejado el campo español bajo las llamas

Actualizada 15:03

El campo está en ruinas, devastado por el fuego, el abandono y un compendio de leyes delirantes impulsadas por pijos de ciudad que, en nombre de valores ecologistas, han convertido sus prejuicios e ignorancia en la causa principal de que España asuma el 40 % de la superficie quemada en toda Europa.

Solo este dato debiera ser suficiente para que toda la clase política, nacional o autonómica, suspendiera las vacaciones que nunca debió cogerse y explicara qué va a hacer para evitar que se repita, asumiera en público en qué se equivocaron e hiciera propósito de enmienda urgente con un capítulo de reformas legales para rectificarse a sí misma: hay que ser imbécil para prohibir recoger piñas y madera seca del suelo, como hay que serlo para intentar ponerle puertas al campo sin contar con la gente de campo.

Todos esos negligentes son responsables del fuego, por encima del cambio climático que acelera estas catástrofes (y genera otras nuevas) pero no las origina: la misma temperatura provoca fuego si el combustible es abundante y no lo hace si el monte está limpio. Punto.

Y esos irresponsables, que gastan millonadas en estupideces y se llenan la boca de pedantes apelaciones a la «España vaciada» para camuflar su desprecio a quienes en realidad la llenan, sean agricultores, cazadores o ganaderos; son los mismos por cierto que han legalizado el atraco fiscal en nombre de las energías renovables, recargadas en más de un 50 % por impuestos confiscatorios, para al final hacernos depender aún del gas ruso y amenazarnos, a continuación, con multas millonarias por dar la luz a deshora o poner el aire acondicionado por debajo de 27 grados.

Pues bien, la nueva víctima de esa política agresora, que se sirve de valores nobles para perpetrar abusos y esconder sus errores, puede ser el sector pesquero español, que es la extensión marítima del monte calcinado y desahuciado.

Lo mismo que le ha pasado al campo, por leyes suicidas y estúpidas que desprecian a la gente del campo, puede pasarle en pocos días al mar

El primer paso ya se ha dado formalmente en Bruselas con la reforma suicida del reglamento de acceso a aguas profundas y en septiembre puede culminar si se aprueba definitivamente, sin que nadie levante la voz: la Comisión Europea, y en su nombre un comisario lituano, Virginijus Sinkevicius, y una directora búlgara, Charlina Vitcheva, está a punto de prohibir faenar en la práctica totalidad de caladeros que van desde Galicia al Golfo de Cádiz, por el Sur; y desde Galicia a Glasgow, por el Norte: mil barcos y 10.000 marineros acostumbrados a trabajar en los cantiles de España, Portugal, Francia e Irlanda pueden verse literalmente en la calle en septiembre.

Si prospera el abuso, recogido en un dudoso informe del Consejo Internacional para la Exploración del Mar con sede en Copenhague, asistiremos en pocos días a una hecatombe que, una vez más, se perpetraría en nombre de los «ecosistemas vulnerables». De las esponjas, al parecer, aunque nadie haya visto una allá donde el arrastre, el palangre o el cerco despliegan su arte para traer pescado fresco a casa.

La pesca es una seña de identidad de España, pero además el soporte de su litoral, el oxígeno que mantiene vivos cientos de pueblos y alimenta, directa o indirectamente, a miles de familias: dejarla hundirse es un crimen social, un atentado cultural y un desastre humanitario que España debe evitar antes de que Bruselas, con sus cambalaches oscuros que quizá expliquen la falta de unidad entre los países afectados, remate la fechoría y ya sea irreversible.

No se entendería que el ministro Luis Planas, Alberto Núñez Feijóo, Alfonso Rueda, Juanma Moreno, Adrián Barbón, Miguel Ángel Revilla e Íñigo Urkullu, como representantes institucionales del Gobierno, la oposición y de todas las Comunidades Autónomas más y menos afectadas, no hicieran ya mismo, sin excusas ni demoras, de retén unido contra este fuego pavoroso que nos viene encima y será irremediable si no lanzan una bengala desesperada de SOS al cielo desde la cubierta de uno de esos barcos a punto de irse a pique.

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