La incompetencia de la Agencia Tributaria
Lo único que es mucho más barato en Francia es la electricidad. Y eso por la simple razón de que los franceses han tenido la inteligencia de apostar por la energía nuclear. Algo que a nosotros nos impidió nuestra izquierda. Ya podía Felipe González haber imitado en esto a su gran mentor, François Mitterrand
Hace ocho años publiqué una columna durante mi veraneo en Biarritz en la que hablaba de la decadencia de Francia («Como un canto de esperanza», ABC, 09-07-2014). Destaqué en ella un ejemplo que me parecía especialmente penoso. «Las ciudades como Biarritz, con más de 200.000 habitantes en su área urbana, no tienen farmacias de guardia. Si alguien necesita un medicamento fuera de hora debe ir al hospital a obtener una receta. Con ella debe ir a la comisaría de Policía (no es broma) a que un agente le acompañe al domicilio del farmacéutico para que le abra la botica y le dispense el compuesto –si es que el necesitado no ha fenecido ya para entonces–.» Ese otoño hizo una visita oficial a Madrid el flamante primer ministro (socialista) francés Manuel Valls. La embajada francesa organizó un encuentro conjunto con los directores de todos los diarios y Bieito Rubido delegó en mí la representación de ABC.
Mientras estábamos esperando a que Valls terminara una conversación con Trinidad Jiménez, un diplomático francés me llevó a un aparte para quejarse de esa columna mía. El francés sostenía que no era cierto que en Biarritz no hubiera farmacias de guardia y yo le explicaba que lo que contaba era una experiencia propia. La discrepancia concluyó con mi interlocutor un tanto ofendido y afirmando que iba a pedir por vía oficial al alcalde de Biarritz, Michel Veunac, la lista completa de las farmacias de guardia el día de autos y que esperaba que la publicásemos en ABC como réplica a mi artículo –a pesar de que habían pasado tres meses desde la publicación de mi columna. Huelga decir que la embajada nunca envió esa lista porque era imposible elaborarla–.
Francia vive ahora una transformación política profunda como hemos podido comprobar en las últimas elecciones presidenciales. El gran partido de Francia, el socialista, se ha esfumado. El histórico partido de la derecha, que ha pasado por varias denominaciones, ha quedado reducido a menos del 10 por ciento. El presidente Macron tiene un partido hecho a su medida que es muy poco ideológico. Y a izquierda y derecha el voto se ha radicalizado extremadamente, lo que hace que la perspectiva a medio plazo sea francamente mala.
Visitar Francia regularmente permite ver una evolución en este país que en general no es positiva. El sector servicios funciona muy mal, es imposible conseguir un electricista o un fontanero con una mínima urgencia, el agua es mucho más cara que en España –a pesar de que hay mucha más agua disponible al norte de nuestra frontera…–. Lo único que es mucho más barato en Francia es la electricidad. Y eso por la simple razón de que los franceses han tenido la inteligencia de apostar por la energía nuclear. Algo que a nosotros nos impidió nuestra izquierda. Ya podía Felipe González haber imitado en esto a su gran mentor, François Mitterrand.
Pero ni en Francia pueden ir las cosas peor que en España. Este año he tenido un buen ejemplo en mi entorno. Un familiar quería comprarse unos palos de golf de la marca Mizuno en Inglaterra e importarlos a España. Durante un mes el vendedor intentó tramitar las aduanas españolas para hacer llegar el producto a un particular español. No hubo manera. Nuestras aduanas ponían todo tipo de pegas culpando de ellas al Brexit a pesar de que estas tarifas sobre importaciones desde el Reino Unido están en vigor desde hace año y medio. Imposible hasta el punto de que el vendedor acabó confesando que renunciaba a la venta de los palos. Ante esa amenaza a mi familiar se le ocurrió preguntar si le podían enviar los palos a Biarritz. Los palos llegaron en tres días. Y cuidado con echarle la culpa de nada a Bruselas. La responsabilidad sobre las importaciones desde el Reino Unido es de las aduanas de cada país. Es decir, de la Agencia Tributaria, que en el caso español ha llegado a tal grado de incompetencia que ni siquiera pueden recaudar por una importación que hay que desviar por Francia. No paramos de mejorar.