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GaleanaEdurne Uriarte

El PSOE se abraza a la corrupción

Cabe preguntarse cuántos de ellos admitirán ahora el salto de gigante que acaba de dar el PSOE, justificando que la corrupción es admisible cuando la protagoniza un socialista en beneficio del partido

Actualizada 01:30

El PSOE da un paso decisivo en su relación con la corrupción defendiendo a Griñán, el «intachable» malversador, como bien analizaba en estas páginas Luis Ventoso. Asume la corrupción como un mal menor, o inevitable, o necesario, cuando afecta a los suyos, así de sencillo y tremendo a la vez. Se abraza a la corrupción y hace de ella su marca. Con un argumento principal y uno secundario. El principal, que el condenado no se lucró con el delito, y el secundario, que es buena persona, a pesar de la condena. Una evitación del indulto podría matizar el daño a la marca socialista, pero parece improbable a la luz de las informaciones que llegan del Gobierno, y, sobre todo, a la luz del estilo Sánchez, quien si ya indultó a los golpistas catalanes para poder pactar con ellos, ni pestañeará para indultar a uno de los suyos.

Según el razonamiento socialista, es justificable que un político se corrompa para beneficio del partido, sea para su financiación o para asegurar los votos. Por lo que los autores de delitos de corrupción serán eximidos por los socialistas siempre que no se hayan enriquecido personalmente. Que es algo así como eximir de sus delitos a los ladrones que hayan entregado a sus familias y amigos los productos de sus robos. Es decir, un cuestionamiento radical del Código Penal y de las bases éticas de la lucha contra la corrupción.

Pero es que, además, es falso que Griñán no se haya lucrado con el delito por el que ha sido condenado. Se ha lucrado en términos de poder y de mantenimiento de sus cargos y sueldos. Si ha sostenido esa trama corrupta, lo ha hecho para permanecer él mismo en la cima, porque un cuestionamiento lo habría arrojado fuera, de los privilegios de su posición y de sus beneficios, una verdad elemental que el PSOE también oculta, cuando alaba su «intachable» trayectoria. Griñán ha tenido cargos públicos relevantes con el PSOE nada menos que desde 1982, desde viceconsejero, consejero, ministro de Felipe González, diputado, vicepresidente de la Junta, hasta presidente de la Junta, y también del PSOE, y de guinda, senador. Cualquiera pensaría que se trata de excelentes beneficios personales por sostener una trama corrupta y mirar hacia otro lado.

El abrazo a la corrupción se acompaña, además, de una puesta en cuestión radical del discurso socialista que justificó la moción de censura. A pocos importó entonces que Sánchez trampeara con la frase del juez De Prada. Métodos sucios, pensaron los votantes socialistas, pero admisibles para alcanzar un objetivo loable, echar a lo que consideraban un partido corrupto. Cabe preguntarse cuántos de ellos admitirán ahora el salto de gigante que acaba de dar el PSOE, justificando que la corrupción es admisible cuando la protagoniza un socialista en beneficio del partido.

Hasta ahora, el debate político sobre la corrupción giraba en España en torno a quién era el partido más corrupto, pero no en torno a la propia corrupción, que se daba por condenada por parte de todos. Esto es lo que acaba de cambiar el PSOE con su defensa de Griñán y el argumento de que la corrupción para beneficiar al Partido Socialista no es corrupción.

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