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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

La síntesis de Liz Truss y el rollazo de Peter

O la diferencia entre tener tres ideas claras y el correr de aquí para allá como un pollo sin cabeza tapándolo todo con clichés de la corrección política

Actualizada 08:53

Liz Truss, de 47 años, casada con un auditor, graduada en Oxford y madre de dos hijas, será la tercera mujer en el Número 10 tras Margaret Thatcher y Theresa May. La mayoría de los politólogos de Fleet Street concordaban en que su rival en las primarias tories, el exministro de Hacienda, Rishi Sunak, estaba más cualificado para el cargo y planteaba propuestas más creíbles. Pero la rubia ha goleado al moreno por 14 puntos. A diferencia de su adversaria, Sunak había acuchillado a Boris en la revuelta palaciega que lo fulminó y la militancia conservadora le aplicó aquello de «Roma no paga traidores». Además, por muy «multicultural» que se proclame hoy el Reino Unido, pueden haber pesado sus ancestros indios frente a una Liz que encarnaba el prototipo de inglesa «de toda la vida» y se presentaba como la enésima aspirante a nueva Thatcher.

Liz Truss es un personaje un tanto controvertido, debido a sus vaivenes, su talante poroso ante los secretos y la alegría con que maneja los detalles. Pero nadie le puede negar trayectoria y tesón. A diferencia de la mayoría de nuestros políticos actuales, que carecen de un pasado laboral de mínima enjundia, ella trabajó en su día como directiva en una multinacional petrolera y en una firma de telecomunicaciones. Una vez en política, ha ostentado varias carteras de importancia (la última, Exteriores). Liz logró salvar su matrimonio tras 18 meses de sonado adulterio con un diputado conservador que era su mentor. También ha superado su pasado como militante liberal y el hecho de que antes de convertirse en brexitera convencida había hecho campaña a favor de la permanencia exactamente igual de convencida.

Su triunfo atiende a que es una persona de ideas claras y sucintas. No se trata de un plomo, como la mayoría de nuestros políticos de izquierda y derecha, que nos endilgan unas chapas impresionantes. Su discurso tras ganar las primarias del Partido Conservador duró tan solo cuatro minutos y 43 segundos. No necesitó más que tres conceptos para explicar clarísimamente su ideario: «Nosotros somos el partido de la libertad, la responsabilidad personal y los impuestos bajos». Y listo. Mientras tanto, por aquí abajo todavía seguimos intentando descifrar qué piensa exactamente de la vida el nuevo PP. Truss añadió dos apuntes más: anunció un «audaz recorte de impuestos» y prometió ayudar al público con el problema del recibo de la luz.

En la misma mañana en la que la futura primera ministra británica explicaba en cuatro minutos quién es y lo que quiere, Feijóo ofrecía dos ruedas de prensa para no decir casi nada y nuestro Peter organizaba un chusco encuentro con «la Gente» en la escalinata de la Moncloa, más lleno de gas que el globo de Betanzos. Los cinco ciudadanos a los que se brindó el excepcional privilegio de dirigirse in situ a Mi Persona estaban tan bien seleccionados por Bolaños que en un caso flagrante de amnesia ni uno solo se acordó de citar el problemilla de los precios, el primero hoy en toda Europa. Eso sí, hablaron del cambio climático, la obesidad infantil, el feminismo… Todo ante la mirada comprensiva de un Peter que impostaba una forzada carita de bondad y que les respondió con un auténtico rollazo (es decir, con los mandamientos del correcto catecismo «progresista»).

La síntesis de Liz (libertad, responsabilidad personal e impuestos bajos) contrastaba sonoramente con la vacuidad políticamente correcta de la pomposa y cursi cita de la Moncloa. Los españoles anónimos elegidos eran tan representativos de nuestra sociedad que todos empleaban el lenguaje inclusivo que distingue a la izquierda, por si acaso quedaba alguna duda.

Liz quiere ciudadanos libres y dueños de su destino. Peter, un rebaño subvencionado y pastoreado por el Estado. Alberto... se lo está pensando.

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