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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Bestias en la Universidad

Como siempre, los agitadores y convocantes de bestias se fueron de rositas. Pero ya están identificados, si bien poco importa que lo estén, porque nada va a sucederles

Actualizada 01:30

No he saludado nunca a Macarena Olona. Sí conozco, y siento por ellos tanto afecto como admiración, a Santiago Abascal y Federico Jiménez Losantos. Abascal es un luchador infatigable que ha puesto su nuca a disposición de las balas de los asesinos etarras –hoy socios del Gobierno de España– en muchas ocasiones. Federico es dueño de un talento y una cultura literaria y política formidables, aunque de tanto tener razón la pierda en ocasiones por sus obsesivos fantasmas personales. Uno de los tramos más felices en mi carrera radiofónica lo viví con Federico en su programa La Jaralera, con Antonio Ozores y el Grupo Risa, un trío de locos geniales. Pero días atrás no estuvieron elegantes, ni Santiago ni Federico, con Macarena Olona. Algún día sabremos los motivos de su decisión de volver a ejercer como abogada del Estado después de abandonar a Vox, un partido que le debe mucho por su extraordinaria labor parlamentaria.

Claro que entre una falta de elegancia coyuntural y un desprecio general, media tan largo trecho como el que separa a Churchill de Pablo Iglesias, a John Wayne de Guillermo Toledo o a Teresa de Calcuta del padre Ángel. Y el desprecio general, como atendiendo a una consigna relacionada con las subvenciones a los medios de comunicación, lo ha protagonizado el periodismo español estableciendo una distancia calculada y medida con el acoso y la agresión que padeció Macarena Olona en la Universidad de Granada. Diecisiete agrupaciones de estudiantes comunistas intentaron impedir, en una Universidad, la presencia y la palabra de Macarena Olona, noticia que apenas ha merecido el interés de las cadenas de televisión públicas, privadas –es un decir– y los principales periódicos nacionales y locales.

He visto las imágenes grabadas y aún sigo avergonzado. La brutalidad del recibimiento, los golpes a los que, simplemente, les interesaba asistir al acto universitario, la cobardía de centenares de bestias que no consiguieron doblegar a una mujer valiente. Con el estúpido y ridículo mensaje de «no pasarán» –esta gentuza no aprende–, bloquearon el recibidor de la Universidad, golpearon y derribaron a un anciano y finalmente fracasaron. No fue un «escrache». Fue un acto podemita y comunista de «Kale Borroka». Dos animales, más que cuarentones, uno con la camisa roja y otro con camiseta negra –según parece, hijo de un acaudalado notario de Granada– llevaron la voz cantante del salvajismo. Como siempre, los agitadores y convocantes de bestias se fueron de rositas. Pero ya están identificados, si bien poco importa que lo estén, porque nada va a sucederles. Del mismo modo, la señora rectora de la Universidad de Granada, doña Pilar Aranda, no ha dicho ni «mu» ni ha solicitado excusas por la barbarie y la fiereza que su indolencia y permisividad han provocado. Y lógicamente, ni Irene Montero ni la Belarra ni la Yoli ni las falsas feministas a sueldo ni la ministra Llop ni Sánchez se han manifestado preocupados por la nauseabunda violencia podemita, comunista y socialista, contra una mujer en la Universidad de Granada.

El odio de los pijos de las izquierdas se ha adueñado de España.

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