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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Adam Smith y el sanchismo bipolar

Este Gobierno trabaja precisamente para averiar los pilares que el filósofo veía necesarios para que una nación pase de la barbarie a la opulencia

Actualizada 09:35

Ya sé que el temazo es Tamara, pero como no domino, vamos con un asunto menos novelesco. Adam Smith, el filósofo escocés del XVIII, pionero de los estudios económicos, es víctima de una caricatura barata de la izquierda. Han borrado detalles como que el gran liberal lamentaba que «siempre que existe una gran propiedad existe una gran desigualdad», o su advertencia de que «ninguna sociedad puede ser floreciente y feliz si gran parte de su población es pobre y miserable».

Smith fue un solterón austero, de penetrante inteligencia y productivas dotes de observación de las evidencias de lo cotidiano. Consagró su vida al estudio y a su feliz amistad con su pícnico paisano David Hume, con quien jugaba a la baraja. Para nada se trataba del bárbaro defensor del egoísmo que pintan quienes no han leído ni las solapillas de sus libros. En realidad toda su obra está impregnada de un apabullante sentido común y una búsqueda del bienestar general.

Existen muchas citas célebres de Adam Smith. La más famosa es la que reza que «la ambición individual sirve al bien común». Aserto validado por el inexorable fracaso de todo experimento comunista. «No es por la benevolencia del carnicero, el cervecero o el panadero por lo que conseguimos nuestra cena, sino por la recompensa de su propio interés», explicó el filósofo, aunque luminarias como las ministras Marisú Montero y Yolanda Díaz todavía no lo han captado.

Pero mi pasaje favorito de Smith es aquel en el que comenta que «poco más se requiere para llevar a un Estado al más alto grado de opulencia desde el más bajo barbarismo que paz, unos impuestos cómodos y una tolerable administración de justicia; todo lo demás llegará con el curso natural de las cosas».

Resulta deprimente constatar que tres siglos después de que Smith escribiese esa observación, en España se tambalea todo lo que él consideraba básico. El Gobierno preconiza una fiscalidad extractiva por motivos ideológicos y está manoseando la justicia para someterla a sus intereses, que son los de sus socios antiespañoles. De propina, soportamos los daños y el oprobio de sufrir otra guerra en Europa.

Smith tenía claro que «no hay arte que un Gobierno aprenda antes que el de drenar dinero de los bolsillos de la gente». Por eso todo contribuyente cabal aplaude a los gobernantes que optan por el alivio fiscal, por unas tasas moderadas que permitan a las personas disponer de lo que ganan, en lugar de que el Estado lo administre en su nombre (o dilapide).

En España, las comunidades del PP han anunciado unas pequeñas rebajas fiscales, que han puesto del hígado al nuevo Frente Popular. Para cortar las alas a esos peligrosos liberales, desde el Gobierno se habla de impuestos comunes en todas las regiones («armonización»). Además se improvisan rejones impositivos a modo de castigo.

En abstracto, yo concordaría con la armonización. Me parece una coña que un señor de Teruel pague unos impuestos distintos que uno de Tarragona, o uno de Toledo que otro de Madrid. Pero así está la ley. Sin embargo, a diferencia de nuestro Gobierno, creo que las bondades de la armonización son extensibles a todas las materias que constituyen pilares básicos del Estado. Un país con 17 educaciones distintas, o que cuando llegó la hora de la verdad carecía de un mando sanitario único y robusto, es un país en cuyo seno anida un problema.

El sanchismo es una ideología bipolar. Los mismos que gobiernan con los separatistas y les dejan fumarse las sentencias saltan como panteras cuando Moreno Bonilla retira una figura fiscal rancia y de poca aportación. Los mismos que crujen a Ayuso y Bonilla enmudecen cuando hace lo propio el santurrón PNV (que además ya goza de la bicoca del cupo). Los que esgrimen la palabra «armonizar» e improvisan capones fiscales sectarios contra las rebajas autonómicas del PP resulta que están embarcados en un peligroso asalto a la justicia para someterla a las veleidades de los separatistas.

«Nunca te quejes de aquello de lo que en todo momento puedes deshacerte», recomendaba también Adam Smith. El año que viene tendremos la posibilidad de deshacernos en las urnas de esta pesadilla. Aunque la primera batalla se está disputando en este mismo instante: si Sánchez completa su toma de la justicia, España ya quedará tocada, gane quien gane las próximas elecciones. PP y Vox deberían poner ahí todo su foco.

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