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Palabra de honorCarmen Cordón

Meloni y los robagallinas

¿Qué diferencia hay entre unos y otros? Mis gallinas no lo saben. En el mundo entero las revoluciones vienen y van, los presidentes suben y caen, todos sin excepción roban tus gallinas, lo único que cambia es el nombre de quien se las lleva

Actualizada 09:13

Hay una escena de cine que siempre me ha entusiasmado para explicar a los actores de la «aristocracia política» cuál es nuestro punto de vista (el de los «plebeyos» currantes del mundo normal) sobre por qué las sorpresitas electorales tan graciosas y estimulantes como el apabullante éxito de Meloni en Italia y el «susto» que tiene Europa nos dan exactamente igual e incluso nos divierten.

La cuento aquí en dos pinceladas.

México. Año 1910. Una granja aislada en pleno desierto bajo el manto de fuego del sol de verano. A la sombra de una casa encalada se adivina la figura de un campesino sentado bajo su gran sombrero de paja. El aire ardiente desdibuja una polvareda levantada por el galope de un destacamento de hombres disparando al aire y gritando «¡Viva la revolusióóóón!» «¡Viva Pancho Villa!». El campesino rompe su sopor, los revolucionarios reparan en él y saltan del caballo. «¡Pim Pam Pum! ¡Hermano trabajador de la tierra, que viva la revolusióóóón!», entre gritos y algarabías cogen las gallinas del campesino, quien, tras un vano intento de defender su propiedad, termina desistiendo y cae de rodillas en la polvareda ahogado por un tenaz ataque de tos. Un muchacho revolucionario que presencia avergonzado la escena, se disculpa y le explica que ellos son los defensores de la igualdad para pobres campesinos y que esa revolución le liberará. El campesino clava su mirada torva y brillante en el joven y con voz pausada le espeta: «Cuando yo era joven como tú, hace muchos años, cabalgué con Juárez en contra del emperador Maximiliano. En esa época perdí muchas gallinas pero yo creí que valía la pena para ser 'libre'. Cuando don Porfirio subió a presidente lo apoyé, pero se llevó las gallinas, luego vino Huerta y se llevó también las gallinas, le tocó el turno a Carranza y se llevó las gallinas. Ahora vienes tú con Pancho Villa a liberarme y lo primero que has hecho es robarme las gallinas… Dígame joven: Villa, Carranza y todos los demás. ¿Qué diferencia hay entre uno y otro? Mis gallinas no lo saben. En el mundo entero las revoluciones vienen y van, los presidentes suben y caen, y todos sin excepción me roban las gallinas, lo único que cambia es el nombre de quien se las lleva».

A mí el triunfo de Meloni no me asusta ni lo más mínimo; no sé si cumplirá lo que propone, seguramente será más de lo mismo pero, de lo que sí tengo una certeza absoluta, es de que a los que «criamos las gallinas» se nos acaban las fuerzas y la paciencia.

Cualquiera que sea el color del partido que gobierne, aquí, en Italia o en la gran Europa en la que pusimos nuestras esperanzas de que imperase el sentido común, los «criadores de gallinas» llevamos años viendo como aquellos a quienes entregamos el poder (o se lo apropian de manera trilera) gobiernan a base de decisiones cortoplacistas, electoralistas y egoístas permitiendo un mamoneo y un latrocinio impune y sin freno. Nunca entendí el rescate a las cajas de ahorros gestionadas por jetas (políticos y sindicatos) y nunca pasó nada; bueno sí, los de las gallinas seguiremos pagando aquella frivolidad financiera hasta 2027. Ni entiendo la crisis energética actual cuando en la década de 1970, con España como una de las siete primeras potencias industriales del mundo, el sistema eléctrico apenas necesitaba energía del exterior (el 40 por ciento era hidráulica y el 20 por ciento era de la ahora «limpia y ecológica» energía nuclear). Ni pienso entender (o tragarme) que la inflación sea debida a la guerra o el precio del petróleo (en 2012, con el petróleo a 119 dólares, la inflación era del 2,4 por ciento y ahora el petróleo está a 84 dólares). Nos hunden en una deuda loca y desbocada debida a una suicida emisión de dinero sin límite, una deuda que les aseguro ningún empresario llevaría a ese nivel, al menos impunemente. Pero los roba-gallinas la asumen en nuestro nombre para mantener un estado macrocéfalo insostenible que sigue creciendo sin límite. Ya vivimos subidas de impuestos cuando gobernaban los azules (la mayor subida sufrida por los españoles se dio con el gobierno de Rajoy y su Montoro) y ahora sale María Jesús Montero con que «en los próximos días presentarán nuevo paquete de medidas fiscales» que, los vendan como los vendan, pagarán los de siempre, porque las grandes fortunas pueden huir. Gravarán el ahorro, gravarán las herencias de nuestros abuelos y gravarán hasta el chuletón por ser poco ecológico.

Que no, que cualquier observador honesto entiende sin necesidad de ningún analista que le explique nada que vamos cuesta bajo y sin frenos. La realidad de nuestro entono es tan elocuente que habla por sí misma. Ayer leía un artículo de Javier Benegas en su diario Disidentia que decía que nuestra sanidad pública hace tiempo dejó de ser «una de las mejores del mundo» y hoy está muy por detrás de la de Hungría (otro país de mayoría de enloquecidos votantes sin cerebro como Italia). Nuestras infraestructuras, carreteras, autovías y redes ferroviarias, languidecen desenfrenadamente. Decía Benegas «desde hace 15 años es como si en España el tiempo primero se hubiera detenido, y después de forma casi inapreciable se hubiese puesto a retroceder lentamente», y nadie parece hacer nada para cambiar esta deriva. Tan sólo se oye ruido político, que si Francos, Mussolinis, el fin de la paz del mundo, de los derechos humanos, los valores europeos, el cambio climático o la democracia (que por cierto ha dejado de significar libertad).

¿Saben qué? a mí me parece que Meloni es un bofetón en toda regla a los roba-gallinas en general: de España, de Europa y del mundo. Significa enfado, hartura, berrinche y hastío de la casta, del sistema clientelar de los partidos tradicionales y significa váyanse todos para su casa porque aquí sólo cambia el que nos roba las gallinas.

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