Los crímenes de Putin
No me cansaré de repetir que esto exactamente es lo que hizo Adolfo Hitler. Y, como no le pararon los pies desde el primer momento y aceptaron la indignidad de mirar hacia otro lado cuando invadió los Sudetes y cuando anexionó Austria, al final tuvieron la indignidad y la guerra. Vamos por la misma vía
Ésta ha sido una semana muy grave en la historia de Europa. Hemos visto cómo un dictador que invadió un país vecino se ha anexionado unilateralmente el terreno ocupado, como ya hizo hace ocho años cuando invadió la península de Crimea. Cuando sucedió aquello la mayoría en Occidente se mostró comprensiva con los argumentos de Putin y cometió la indignidad de mirar hacia otro lado.
Como es lógico, si tú ocupas una península de 27.000 kilómetros cuadrados y nadie reacciona, crees que podrás volver a hacerlo con otros territorios. Así que Putin ha repetido la farsa en cuatro provincias del este de Ucrania: ocupación militar, consulta popular fraudulenta y anexión. Con un par. Y él apuesta a que Occidente tampoco hará nada porque en cuanto llegue el invierno los europeos que somos tan dependientes de la energía rusa nos vamos a arrodillar y vamos a suplicar cualquier acuerdo que nos permita tener la calefacción encendida.
Y en su línea de agresión, la anexión de esas cuatro provincias es un paso más en la senda que lleva al uso de armas nucleares tácticas. El protocolo para su uso en Rusia establece como justificación el que alguien ataque al territorio ruso. Así que estamos en el peor escenario posible: Ucrania tiene el derecho y la obligación moral de recuperar su territorio. Y Rusia lo va a considerar un ataque dentro de sus fronteras, lo que legitima la respuesta atómica.
Una de las circunstancias que incrementa la posibilidad del uso de armas nucleares tácticas por Rusia es lo mal que le va la guerra sobre el terreno. Como hemos visto en las últimas semanas en la región de Kharkiv, cuando el Ejército ucraniano tiene las armas que necesita, derrota al ruso que está profundamente desmotivado y desmoralizado. Este mes Ucrania ha retomado más de 4.000 kilómetros cuadrados en esa región. Y se han descubierto fosas comunes con multitud de muertos en muchos de los cuales hay evidencias de tortura. Pero los crímenes de guerra no terminan ahí. Ante la incapacidad de mantener un combate de posiciones contra el Ejército ucraniano, Rusia ha empezado a disparar misiles de largo alcance sobre objetivos civiles. Y eso también es un crimen de guerra.
Una de las lecciones que debemos obtener de este conflicto es que el marco internacional que nos quedó tras la Guerra Fría ha muerto. El escenario que defiende Henry Kissinger –porque él contribuyó mucho en su diseño– ya no existe. O, al menos, ya no es válido. Rusia no puede seguir siendo vista como un socio en el que se puede confiar. Rusia es un agresor, que viola los derechos humanos y altera las fronteras unilateralmente. No me cansaré de repetir que eso exactamente es lo que hizo Adolfo Hitler. Y, como no le pararon los pies desde el primer momento y aceptaron la indignidad de mirar hacia otro lado cuando invadió los Sudetes y cuando anexionó Austria, al final tuvieron la indignidad y la guerra. Vamos por la misma vía.