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Desde la almenaAna Samboal

Pedro, el temerario

En 2024, cuando vayamos a las urnas, seremos más pobres, más si cabe. Sin embargo, aunque con sufrimiento, la economía acaba por enderezarse

Actualizada 01:30

Ni siquiera sus más acérrimos detractores podrán negarle que es audaz. Pedro Sánchez lo es hasta extremo de resultar temerario. Y, a pesar de que en su carrera política ha dado varios saltos mortales, de momento sus resultados le avalan y ratifican sus ambiciones. Con magulladuras, pero siempre ha caído de pie. En contra del aparato de su propio partido, revalidó la secretaría general del PSOE después de que le echaran por intentar forzar una votación fraudulenta. Expulsó a Mariano Rajoy de la Moncloa, haciendo bueno su «no es no» tras ganar una moción de censura por primera vez en democracia. Ha pactado con Bildu en numerosas ocasiones sin tiznarse más de la cuenta y sigue en la Moncloa tras haber decretado, no una, sino en varias ocasiones, un estado de alarma inconstitucional.

Ahora, cuando ni siquiera puede pisar la calle porque los abucheos son atronadores y todas las encuestas de intención de voto le dan la espalda, se juega la reelección en unos Presupuestos que, en el mejor de los casos, dan risa. En el peor, dan miedo. Ni 24 horas han tardado el Banco de España y el servicio de estudios de BBVA en enmendar las cuentas de arriba a abajo. Posiblemente, en Hacienda contaban con ello. O tal vez ni se han molestado en pensarlo. No son presupuestos de gestión, son cálculos electorales.

Las cuentas de 2023 son los cuentos de la lechera. Optimistas previsiones de crecimiento e ingresos que se cumplirán, si es que lo hacen, en términos nominales, gracias a una inflación que está dejando secos los bolsillos de los ciudadanos. Lo importante es que esas proyecciones permitirán a la coalición financiar una onerosa partida de gastos. Las pensiones no se tocan, porque son los jubilados los que pueden poner y quitar gobiernos. Si con el resto de cheques suma una bolsa de votos suficientes para evitar que, en el reparto de escaños a los restos, Vox alcance los suficientes para apuntalar una mayoría absoluta del Partido Popular, habrá ganado. Esa es la jugada.

El sector público sigue comiéndose al privado, asfixiándole. En los últimos veinte años, apenas han subido los salarios reales. En 2024, cuando vayamos a las urnas, seremos más pobres, más si cabe. Sin embargo, aunque con sufrimiento, la economía acaba por enderezarse. Hay otras decisiones que el inquilino de la Moncloa podría tener en mente y que no tienen vuelta atrás. En el País Vasco, la cuenta atrás para sacar a los presos etarras a la calle se acerca a su fin. Sus valedores políticos ya están blanqueados. En Cataluña, Pere Aragonès ha planteado ya abiertamente un nuevo referéndum de autodeterminación pactado con el Estado. A un año y medio de las elecciones generales, el órdago puede ser la España confederal que, a bombo y platillo, nos anunció en su día de la mano de Pascual Maragall. Sería una temeridad, pero irá en consonancia con el personaje.

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