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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Relativo

Menos mal que la pretensión fallida de Iglesias era la de ser profesor en Periodismo. De presentarse a una vacante de docencia de Medicina, habría confundido la cirugía gastrointestinal con la estética o la cerebral

Actualizada 01:30

El cine atraía y el cine era América. En su casa alquilada en Hollywood, el escritor y posteriormente académico José –Pepe– López Rubio invitó a un grupo de amigos, algunos de ellos llegados de España para tal fin. Entre los viajados, Edgar Neville, Enrique Jardiel Poncela, y el genio autodidacta Antonio de Lara «Tono». También acudió Charles Chaplin, Charlot, que les narró su primer gran fracaso. Un fracaso en París, y que al final del relato todos los presentes celebraron con risas, aplausos y buen humor. Se celebró en París un concurso de imitadores de Charlot con un sustancioso premio económico. Lo financiaba la cadena de grandes almacenes Gallerie Lafayette en un gran teatro. Y Charles Chaplin, con identidad falsa, se presentó. Imitó y representó a Charlot admirablemente, pero quedó el tercero. «Había dos tipos que hacían de Charlot mejor que yo». Y entre los que más rieron y celebraron la anécdota destacaba otro invitado, un individuo con una gran melena, políglota, judío, de nacionalidad alemana que se llamaba Albert Einstein. López Rubio seguía de lejos, muy intrigado, la larga charla que mantenía Einstein con «Tono».

El genio alemán seguía con enorme interés las palabras de «Tono» y sonreía de vez en cuando, y asentía, y a Pepe López Rubio le mordía la curiosidad. Al fin, pudo hablar con «Tono». «¿De qué hablabas con Albert Einstein?» «Le explicaba, Pepe, que en este mundo todo es relativo».

Tan relativo como la propia nacionalidad de Einstein, según su escepticismo: «Si mi Teoría de la Relatividad es exacta, Alemania dirá que soy alemán y Francia que ciudadano del mundo. Pero si es errónea, Francia dirá que soy alemán, y Alemania que soy judío».

Me ha sorprendido la encendida defensa de la cultura y riqueza intelectual de Pablo Iglesias de mi amigo Arturo Pérez-Reverte. Para mí que, en las horas perdidas en la Real Academia Española, le ha convencido Luis María Anson, que se ha declarado valiente admirador del aspirante a profesor universitario suspendido. El que se sentiría, a pesar de su elegante desapego de la vanidad, humillado y ofendido con Iglesias sería Albert Einstein, ya que el profesor rechazado por la Universidad Complutense atribuye la autoría de la Teoría de la Relatividad a Newton. «In vídeo veritas», dice así textualmente el aspirante cateado y admirado por don Arturo y don Luis María: «Y Newton, a partir de la manzana que le cae sobre la cabeza, deduce la Teoría de la Relatividad». Se comprende mejor el suspenso complutense. A Newton, en efecto, y según la leyenda urbana, le golpeó en la cabeza una manzana desprendida de su árbol. Y le hizo daño el golpe. Lo mismo da que fuera una manzana reineta o verdedoncella. Una manzanazo en la cabeza siempre resulta desagradable y dañino. Pero no dedujo, como asegura el cateado, a partir de tan molesta experiencia la Teoría de la Relatividad, sino la Teoría de la Gravedad, que es diferente teoría. De buena se ha librado la Universidad Complutense de Madrid. Menos mal que su pretensión fallida era la de ser profesor en Periodismo. De presentarse a una vacante de docencia de Medicina, habría confundido la cirugía gastrointestinal con la estética o la cerebral.

Pero en fin. Si dos grandes escritores y eximios académicos que merecen, además de mi viejo afecto, mi sincera admiración, afirman que Pablo Iglesias está preparado y es poseedor de una cultura superior a la del resto de los de su banda, habrá que tomarlo con relativo humor. Y tumbarse relativamente bajo un manzano, para que una manzana caiga sobre nuestras cabezas bajo la atenta mirada de Einstein y de Newton. Y que entre ellos, se pongan de acuerdo.

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