El profesor
Un tipo que desea terminar con la libertad en el Periodismo, no está capacitado para enseñarlo
En la infancia y adolescencia no existe mayor fortuna que tener un buen profesor. El profesor representaba la máxima autoridad. Lo mismo en el Pilar que en el Alameda de Osuna, cuando el profesor hacía su entrada en la clase, los alumnos nos incorporábamos para recibirlo en pie. En el Pilar de Castelló – lo siento, querida y admirada María Jamardo-, tuve grandes profesores, casi todos ellos marianistas. Don Genaro, don Antonio Apaolaza – el Búho-, don Eliseo… como diría Tip, Santos Varones. Pero mi gran profesor me lo encontré en el Alameda de Osuna, fundado y dirigido por don José Garrido Casanova, el que fuera preceptor del Rey Juan Carlos y su malogrado hermano el Infante Don Alfonso. Don José estableció que en los exámenes escritos los alumnos no fuéramos vigilados. – Copiar es una deslealtad, y yo confío en vuestros valores-. Y por allí apareció, recién despedido del clandestino PCE don Santiago Amón. Creo que compartía célula de propaganda con Paco Rabal y Fernando Sánchez Dragó. El poco dinero que recibían de Moscú se lo comían o se lo bebían en la taberna Noé de la calle Echegaray. Don Santiago era renco de andares, frente clarísima, y voz prodigiosa. Se presentó el primer día de clase de esta manera. –Me llamo Santiago Amón, nacido en Baracaldo, pero palentino de sangre y alma. Y seré desde hoy hasta el preuniversitario, su profesor de latín. Quiero anunciarles que todos serán aprobados al final de cada curso. Y también recordarles que si ustedes han elegido estudiar Letras, el que no tenga interés en aprender el latín, aunque sea aprobado, es un perfecto imbécil-. Con el paso del tiempo, don Santiago Amón fue nuestro maestro en Literatura, Cine, Música, Toros, Teatro, Filosofía, ética y estética. Y años más tarde, coincidí con él en Antena-3 de Radio, donde mantuvo su protagonismo de profesor de todos y para todo. – Alfonso, como compañero en la radio, te permito el tuteo-.
Amón se sabía la buena Poesía española de memoria, y la regular, y hablaba de corrido en latín y en griego, y era antimadridista y del Athletic de Bilbao. Gran aficionado al baloncesto – del Estudiantes, donde jugaba su hijo Abel-, y un narrador, conversador y conferenciante fabuloso. Falleció en un accidente de helicóptero en la sierra de la Cabrera, cuando se dirigía a inaugurar un curso de Románico a Palencia. Quería viajar en tren, pero la entonces directora de Tráfico, Rosa de Lima Manzano, le convenció para volar en helicóptero. Hizo lo posible por llegar tarde a la cita, pero el destino no le perdonó. Un profesor tan maravilloso como amigo de imposible olvido, autor del mejor ensayo sobre Picasso, fracasado apoderado del torero palentino Marcos de Celis y divulgador del poeta dadaísta Benigno Alejandro Carriedo, con su asombroso verso final de un poema: «Y dijo la vaca: Beethowen que beba». El mejor profesor.
No ha tenido la misma suerte el fallido profesor de periodismo en la Complutense, Pablo Iglesias. De los siete aspirantes a ocupar la plaza, ha quedado el quinto, con un 4, que es valoración de suspenso. El tribunal examinador ha decidido que carece de conocimientos y méritos suficientes para enseñar Periodismo. Creo acertado el cate. Un tipo que desea terminar con la libertad en el Periodismo, no está capacitado para enseñarlo. Su experiencia es breve y mala. Ha hecho periodismo en televisión, en una cadena financiada por Irán que veían cuatro gatos podemitas. Lo cierto es que Iglesias, cuando se somete al examen o al escrutinio, se lleva unos jardazos de aúpa. Ser el quinto de 100 aspirantes puede considerarse meritorio. Ser el quinto de siete aspirantes, es una gamberrada. Desde que Isabel Ayuso le expulsó de la política, el hombre se mueve perdido por el submundo de la cultureta. Pero no deseo su mal. Y su fracaso tiene arreglo. Ofrézcase a impartir clases de Periodismo en la Universidad de Teherán. Su concepto del Periodismo es iraní y ayatolero, y disfrutará de la libertad del régimen de los ayatolas. Podrá asistir, con el fin de informar de los hechos vividos en directo, a los crímenes de las mujeres que no portan con cuidado el reglamentado velo, a las ejecuciones de los homosexuales, y a las lapidaciones de las mujeres denunciadas por sus maridos de adulterio. Periodismo duro, pero necesario. E incluso, los domingos por la tarde, si tiempo le queda, podría escribir la crónica del «derby» de Teherán, porque también sabe de fútbol.
Con sólo solicitarlo, y sin precisar de examen, será profesor titulado de Periodismo en la Universidad de Teherán. Y lo hará bien, a su manera, en esa sociedad que tanto admira y a la que tantísimo debe.