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GaleanaEdurne Uriarte

Sánchez y el pueblo contra los ricos y los obispos

Y si a muchos les parecía grotesco que un millonario como Trump se pusiera al frente del pueblo oprimido, no lo es menos que lo haga Sánchez en España. Que no es millonario, pero sí un hijo de clase acomodada

Actualizada 01:32

Esto es un clásico de la propaganda de la izquierda, la lucha de clases y el anticlericalismo, pero Pedro Sánchez lo ha elevado a su forma populista más depurada. Y lo ha situado, además, en el centro de su campaña electoral para las próximas elecciones. El jueves lo ejemplificó en el Congreso con su arenga contra lo que llamó «el poder del dinero y sus terminales», con referencia expresa a la Cope, todos ellos la élite contra la que lucha Pedro Sánchez al frente de «las fuerzas progresistas y la España progresista».

Vamos a ver si Fukuyama y demás politólogos y sociólogos izquierdistas incluyen lo anterior en sus análisis sobre el populismo, porque en nada desmerece a lo de Trump del pueblo contra las élites de Washington. Y es que el populismo consiste, en efecto, en esto, en montar un conflicto entre un supuesto pueblo oprimido y humillado y una supuesta élite poderosa y malvada. Y si a muchos les parecía grotesco que un millonario como Trump se pusiera al frente del pueblo oprimido, no lo es menos que lo haga Sánchez en España. Que no es millonario, pero sí un hijo de clase acomodada, y, sobre todo, la persona que acumula desde hace cuatro años un poder inmenso desde el Ejecutivo, un poder que ha usado entre otras cosas para controlar y manipular los medios de comunicación públicos, pero también para influir en los mayoritarios y muy poderosos medios de comunicación privados que defienden sus decisiones. Uno de esos poderosos medios privados, de hecho, despidió a una buena parte de su cúpula directiva nada más llegar Sánchez al poder, cúpula que había sido muy crítica con él, vaya casualidad.

El pueblo indefenso y desamparado que Sánchez quiere liderar es lo que llama la clase media y trabajadora, una actualización de la clase obrera de Marx, y a la que promete defender de los recortes de la derecha, sin añadir el pequeño detalle de que lo hará con los impuestos pagados por la propia clase media y trabajadora. Y si el pueblo de Trump oprimido por Washington parecía una incongruencia, ésta no lo es menos. Y no solo porque es el propio pueblo desvalido el que sufraga con sus impuestos la campaña de Sánchez, sino porque esa división de clases es una enorme falacia. Algunos datos del CIS sí son muy útiles, por ejemplo, los relativos al voto y la clase social, y que muestran una clase media y trabajadora que vota por igual al PSOE, al PP y a Vox. La gran mayoría de votantes se ubica en la clase media y la media baja (un 67 por ciento de españoles), y he aquí que los porcentajes son prácticamente iguales entre estos tres partidos, con tan solo diferencias significativas entre los votantes de Unidas Podemos (Barómetro de mayo de 2021).

Si traducimos los porcentajes anteriores a números, millones de españoles pertenecientes a la clase media y trabajadora prefieren que el Estado les proteja cobrándoles menos, sin poner en peligro la propia viabilidad del Estado (atención al último informe de Fedea), y sin que el presidente del Gobierno les diga lo que pueden leer y escuchar. Y cuando piensan en las élites y el poder del dinero, ven a Pedro Sánchez subiendo al Falcon, y se preguntan por la parte de sus impuestos que está pagando esa ostentación de poder y ese derroche de dinero.

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