Atrévete, dijo el cobarde

La libertad ciudadana está amenazada en España desde el momento mismo en que se está acosando a los medios desde el Gobierno y desde los partidos de la extrema izquierda, incluido el PSOE, que ya ha perdido su seña civilizada y europeísta para abrazarse al chavismo más ramplón. Cuando un presidente del Gobierno señala en el Congreso de los Diputados, en el templo de la soberanía popular, a determinados medios, y lo hace para coaccionarlos y tratar de justificarse, algo tenebroso está ocurriendo en las entrañas de la democracia. Cuando los propietarios de los medios de comunicación más entusiastas de las tesis de la extrema izquierda son especuladores de fondos catarís o británicos, que solo buscan rentabilidad, aunque el país se destroce en medio del odio destilado en programas supuestamente de humor, algo falla en los cimientos de una sociedad civil acostumbrada a mirar para otro lado. Tanto es así que algún canal parodia una misa católica y se ríe del Espíritu Santo, pero no, faltan narices y arrestos para mofarse del islam, no vaya a ser que acaben como Charlie Hebdo. Yo también soy Charlie… Lo soy para defender la libertad de todos, no de unos pocos, y ese respeto a la libertad comienza por atreverse a argumentar con ideas educadas y no por mofarse, con la sal gorda que evidencia la carencia de talento, de las convicciones religiosas de los demás, en un país como el nuestro donde el setenta por ciento de los ciudadanos se declaran católicos. Atrévete con el Islam, valiente. Aquí te esperamos, aunque sea en el zapping compulsivo que nos evita la náusea. Se atreven con los civilizados, Sánchez incluido. Se atreven desde el dinero, como María Antonia Trujillo, que dice que hay más libertad de prensa en Marruecos que en España. Por no citar al ahora entrenador del Barça, Xavi Hernández, el del padre de Almería, que veía más calidad democrática en Qatar que en España. Hay tanta libertad en este país que hasta se pueden escuchar reflexiones como las de ellos, ver mofas de la misa católica o soportar las mentiras de un presidente agonizante que ha hecho de su debilidad la enfermedad más tóxica de nuestra democracia.