La libertad en los tiempos del odio
En España se hicieron muchas cosas bien en la Transición, pero algunas se hicieron tan mal que arrastramos ahora las consecuencias de aquellas equivocaciones
¿Somos realmente libres en la actualidad? Depende de lo que entendamos por libertad. La capacidad de movernos a nuestro albedrío sufrió un serio ataque por parte de este Gobierno en la primavera de 2020. El Constitucional se encargó de poner en claro la ilegalidad de tal decisión de Sánchez. Es cierto que su escasa capacidad para ruborizarse ante las incoherencias y las mentiras le otorgan una resistencia que no merece precisamente la admiración de ningún demócrata que se precie. Si la libertad es esto que estamos viviendo ahora, entonces alguien nos engañó. Si nos espían, nos confiscan nuestro dinero, la propiedad privada se puede ocupar, las sentencias se cumplen según la ideología del delincuente, el Estado de Derecho agoniza, la presunción de inocencia está arrasada, al policía fiscal lo incentivan con dinero en lugar de hacerlo por el estricto cumplimiento de la ley y, sobre todo, no nos dejan pensar ni decir lo que pensamos y hasta redactan una ley para atacar nuestra libertad de conciencia… entonces es que hemos tirado al basurero de la historia la libertad que creíamos alcanzada.
En España se hicieron muchas cosas bien en la Transición, pero algunas se hicieron tan mal que arrastramos ahora las consecuencias de aquellas equivocaciones. El sistema electoral español, por ejemplo, ha otorgado una sobrerrepresentación a los partidos nacionalistas/independentistas y los políticos de toda estirpe que han gobernado el país se colocaron en posición genuflexa ante esa media docena de votos. Va siendo hora de que PP y PSOE pacten una alternancia inteligente que permita gobernar al más votado, aunque no haya alcanzado la mayoría absoluta. Pero ¿qué podemos esperar del mayor exponente de la incoherencia humana trasladado a la política, el señor que esta temporada ocupa la Moncloa? Ya no espero nada de él. He perdido toda esperanza. Ya solo quiero garantizarme la libertad de pensar lo que yo quiera y de poder expresarlo. Mi libertad de conciencia no llegarán a secuestrarla. Por eso me atrevo a afirmar que nunca fuimos menos libres que ahora.