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HorizonteRamón Pérez-Maura

Miguel Ángel Revilla, ese estadista

El PSOE, con el que Gobierna en coalición, lo ha debido hacer tan mal que aquí sigue el sufrido presidente cántabro, cuarenta años después, dedicado a la cosa pública y sacrificándose por todos nosotros

Actualizada 08:53

Corría la tercera semana de marzo de 1988. En Estados Unidos gobernaba Ronald Reagan, un presidente que devolvió a los norteamericanos el orgullo de serlo. En el Reino Unido era primer ministro Margaret Thatcher, la última gran dirigente política que ha tenido ese país. Y en la Santa Sede había comenzado, hacía una década, el pontificado de Juan Pablo II, el hombre que unió fuerzas a Thatcher y Reagan para finiquitar el imperio comunista soviético que todavía dirigía Mijaíl Gorbachov. Porque en aquella época todavía no había caído el Muro de Berlín. Lo único que se mantiene desde entonces es lo que ocurrió el 20 de marzo de 1988. Reagan, Thatcher, Juan Pablo II, Gorbachov y el Muro de Berlín han fenecido, pero quien se mantiene en todo su esplendor es Miguel Ángel Revilla, a quien el Partido Regionalista de Cantabria eligió el domingo 20 de marzo de 1988 secretario general de esa formación. Cargo que lleva desempeñando 35 años, el equivalente a seis presidentes de Estados Unidos, nueve primeros ministros y dos papados.

En este tiempo, Revilla llegó al Gobierno de Cantabria el 14 de julio de 1995 como vicepresidente y consejero de Obras Públicas y ha estado en el poder veintitrés de los últimos veintisiete años. Ocho como vicepresidente con el Partido Popular en la Presidencia y quince como presidente con el apoyo del Partido Socialista y otros partidos menores. Hay que reconocer que son cifras notables, sólo comparables con las de ejemplos de nuestro sistema autonómico como Jordi Pujol y Manuel Chaves.

Días atrás corría por las redes un video televisivo de Revilla, de la década de 1980, en el que él deseaba al PSOE mucho éxito para poder no seguir dedicándose a la política, dedicación que él consideraba una pesada carga. Pero el PSOE, con el que Gobierna en coalición, lo ha debido hacer tan mal que aquí sigue el sufrido presidente cántabro, cuarenta años después, dedicado a la cosa pública y sacrificándose por todos nosotros.

A punto de cumplir 80 años el próximo mes de enero, el presidente del Gobierno de Cantabria anunciaba el pasado domingo en El Diario Montañés que volverá a ser candidato en las elecciones autonómicas de la primavera de 2023. El titular de portada del decano de la prensa cántabra rezaba: «Soy flexible a pactar con PP o PSOE y no va a depender de lo que pase en España». Se agradece el punto de modestia porque lo que indudablemente quiere decir es que depende de lo que pase en Cantabria, primordialmente. Y como en cada elección desde 1988 el Partido Regionalista va a presentar el mismo candidato, del que se comenta que es el héroe, el modelo a seguir, de Xi Jinping, el comunista chino que ha demostrado que ha venido para quedarse. Con él no puede haber alternativas en su partido.

Y lo que parece que va a ocurrir es que el error de Alberto Núñez Feijóo en Cantabria le va a volver a poner el poder en bandeja a Revilla. Feijóo ha dejado al frente de su partido en esa región –teniendo alternativas– a la misma candidata que obtuvo de 2019 los peores resultados de la historia del Partido Popular en la región. Lo que puede permitir que, en un momento en que la situación de la región es desesperada en el terreno económico, y que el desprestigio del PSOE por las alianzas de Sánchez con los que quieren romper España es cada vez mayor, Revilla vuelva a ganar las elecciones y ofrezca pactar a un PP que tiene una candidata que habrá demostrado su incapacidad para ganar una elección, ni para hacer oposición. Y ella estará encantada de poder ser comparsa de Revilla con tal de poder tocar un poco de poder alguna vez en su vida.

Verdaderamente, no hay donde posar el ojo con tranquilidad.

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