La izquierda y sus golpistas
La izquierda gobernante espera salir indemne de esta operación, no solo con la mentira de que ese delito no existe o es menos castigado en otros países, sino sobre todo con la aceptación y uso de toda la manipulación lingüística nacionalista
Me pregunto si las instituciones europeas van a tomar medidas ante el gravísimo cuestionamiento del Estado de derecho anunciado por Pedro Sánchez el jueves: eliminar un delito de la gravedad de la sedición tras negociarlo con los condenados por ese delito. Si hay Gobiernos europeos de otros signos ideológicos apercibidos por ataques al Estado de derecho, cabe esperar que se aplicarán los mismos criterios a socialistas y comunistas como el español.
Si Pedro Sánchez ya había indultado a los golpistas, ahora les elimina, además, el delito por el que fueron condenados, lo que va a favorecer tanto a los condenados como a los huidos. Y no solo facilitará la comisión de ese delito en el futuro, sino que lo blanquea y lo legitima en el presente. Y lo hace no porque juristas y expertos hayan llegado a la conclusión de que se trata de un delito poco acorde a las democracias avanzadas, sino porque así se lo han exigido los golpistas a Pedro Sánchez para aprobarle los Presupuestos y sostenerle en la Moncloa.
Es tal la manipulación del lenguaje para justificar la operación, que hay que ponerse, una vez más, en el supuesto de que los golpistas fueran de otro signo ideológico. Por ejemplo, líderes de extrema derecha condenados por el Supremo por los mismos delitos, y después de que el Gobierno hubiera presionado y depurado a la Abogacía del Estado para rebajar la rebelión a sedición. ¿Cuál sería la reacción en España y en el resto de Europa? No hace falta mucha imaginación para visualizar las dimensiones del escándalo y para predecir el movimiento social, intelectual y periodístico en contra de un ataque de tales dimensiones a la democracia. Porque la democracia lo es en la medida en que es Estado de derecho.
Y, sin embargo, la izquierda gobernante espera salir indemne de esta operación, no solo con la mentira de que ese delito no existe o es menos castigado en otros países, sino sobre todo con la aceptación y uso de toda la manipulación lingüística nacionalista, algo que viene de lejos y ha calado en la cultura democrática de nuestro país. Es la manipulación que llama conflicto al delito, derecho democrático al referéndum ilegal o a la declaración unilateral de independencia, normalización al indulto de los delincuentes, ataque a Cataluña a la persecución de los delincuentes, represión a la defensa de la ley, centralismo a la defensa del Estado de las Autonomías, y diálogo democrático a los pactos con los golpistas.
Y lo anterior ha calado igualmente en la cultura de las democracias occidentales, muy sensible a los extremismos de derechas, claramente posicionada contra los fascismos, pero mucho menos sensible a los extremismos de izquierdas y tolerante con el comunismo, lo que incluye a los nacionalismos apoyados por la izquierda, por muy xenófobos e iliberales que sean. De ahí la escasa alarma, si no abierta simpatía, en otras democracias hacia los ataques al pluralismo y a la ley de los nacionalistas en nuestro país. Y de ahí también la tranquilidad con la que Pedro Sánchez pacta esta eliminación de un delito con los propios delincuentes, en la confianza de que los españoles aceptarán la manipulación y las instituciones europeas mirarán hacia otro lado, porque el Gobierno de España es de izquierdas y estos golpistas son los suyos, los nacionalistas.