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El que cuenta las sílabasGabriel Albiac

Y lo que fue no fue

Por ley, el golpe de Estado de 2017 dejará de haber existido. El Doctor Sánchez puede infinitamente más que el Dios agustiniano

Actualizada 08:57

Es lo más fascinante que un político puede acometer: borrar el pasado, hacer que lo que en él le incomoda no haya ocurrido. Es lo que el Doctor Sánchez va a operar por ley sobre el golpe de Estado independentista de 2017 en Cataluña. Y, en un majestuoso pase mágico que envidiarían los brujos más experimentados, la declaración de independencia de Puigdemont y Junqueras habrá dejado de existir cuando del código penal sea rebajado el actual delito de sedición. El día 27 de octubre de 2017 desaparecerá, retroactivamente, de todos los calendarios. Quienes digamos haber vivido ese día, seremos declarados carne de manicomio. Y, si la barrera mediática se despliega con suficiente fuerza y eficacia, tampoco nosotros habremos existido. Nunca. Ni existiremos.

Estamos ante un problema teológico mayor, que los primeros Padres de la Iglesia hubieron de plantearse como decisivo: Dios, que lo puede por definición todo, ¿tendría la capacidad también de hacer «que lo que fue no haya sido»? ¿Es, de verdad, suma potencia ese borrar del tiempo ido aquello que, antes de irse, sucedió en él? ¿O es, más bien, suma locura? No lo tomemos por un bizantinismo ni por un enredo lógico. Había mucho en juego en la respuesta a ese dilema. Mucho en juego, acerca de la infinita potencia divina, en primer lugar. Mucho en juego, en el caos, también, al cual se vería abocado un universo forzado a reinventar su pasado en cada instante.

La solución más elegante la da San Agustín: no, ni siquiera Dios puede hacer que lo que fue no haya sido. La distorsión que emborrona el problema está, escribe, en la completa incomprensión del tiempo: está en atribuir realidad al pasado y al futuro. Que, en rigor, no son nada. Recuerdo aquí el pasaje de las Confesiones, que es uno de los más bellos momentos de reflexión metafísica en torno al animal efímero que somos: «Porque éstas son tres cosas que existen de algún modo en el alma, y fuera de ella yo no veo que existan: presente de cosas pasadas (la memoria), presente de cosas presentes (visión) y presente de cosas futuras (expectativa)». De esos tres presentes hablamos: presentes en nuestra mente. Lo que fue, como lo que será, no existe más que en su construcción narrativa. Y concede San Agustín que pueda hablarse, por comodidad, de tales tiempos pasados y futuros como si fueran reales, sabiendo que no lo son, «con tal que se entienda lo que se dice y no se tome por ya existente lo que está por venir ni lo que es ya pasado».

Ahora, por ley, el golpe de Estado de 2017 dejará de haber existido. No sé, de verdad, si el Doctor Sánchez no entiende nada de la irreversibilidad del tiempo, o si es que su caradura va más allá de cuanta la política española haya desplegado –que es mucha– en el último medio siglo. Sí sé que yo viví, en el curso del 27 de octubre de 2017, un formal golpe de Estado en Barcelona. Sé, ahora, que el Doctor Sánchez va a transmutarlo, por ley, en una alucinación mía. Y de bastantes otros. Y solo espero ya que los manicomios que aguardan a quienes no hemos aprendido a borrar nuestra memoria, sean, al menos, confortables. El Doctor Sánchez puede infinitamente más que el Dios agustiniano. Y lo que fue no habrá sido.

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