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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Las manadas se lo agradecen

Pueden ir cerrando los despachos de abogados de violadores y pederastas porque tienen en la ministra de Sánchez –el verdadero responsable de esta aberración– una competencia imbatible

Actualizada 01:43

Ya está bien. La cajera de electrodomésticos (ojalá tuviera la dignidad de la mayor parte de las trabajadoras de ese gremio) ha llegado demasiado lejos. Todos (y todas) somos machistas: los periodistas, los jueces, los fiscales, los abogados, los secretarios judiciales, las peluqueras y sus maridos, los profesores de cole, los gorrillas, la que me hace las uñas, la señora de la mercería de mi calle y el jefe de zapatería del híper... Incluso Yolanda Díaz, que se ha puesto de perfil ante la pifia jurídica, es una peligrosa reaccionaria.

Todos somos un atajo de fascistas que daríamos lo que tenemos porque, por ejemplo, al abusador del colegio de San Sebastián de los Reyes (le cayeron seis años y nueve meses, rebajados ahora a 15 meses) y a los tres monstruos (dos de ellos ya beneficiados por la nueva ley) que la noche de Halloween en 2016 violaron a una chica en un coche en Palma, les sacaran de la cárcel, les dieran una compensación económica por la humillación y el tiempo de privación de libertad que les han robado metiéndolos al trullo, y les invitaran a gambas al ajillo. Lo que más felices nos haría es que Yolanda les concediera una medalla por la paciencia y comprensión a esa sociedad cainita que les juzgó indebidamente y un escapulario con la fotografía de la cara afligida de Irene Montero, su redentora. Todos, todas, e incluso todes, estamos de acuerdo: el heteropatriarcado ha triunfado y solo ellas, Irene, Pam, Vicky y demás chicas del montón, son la quintaesencia de la libertad, el feminismo y la democracia. Les agradecemos (o no) su esfuerzo y les rogamos que vuelvan a las asambleas de la Uni o que se pongan a tejer la hoz y el martillo en las camisas de sus señoros antes de que se carguen lo que queda del Estado de derecho.

Todos somos unos fachas pero la verdad es que hasta que ellas llegaran los agresores sexuales cumplían entre uno y cinco años; los violadores, entre seis y 12; los agresores con tipos agravados podían llegar a los 10 años de privación de libertad y los violadores más penados hasta los 15 de prisión, equiparados con el homicidio doloso. Pues todas esas condenas (y las que irán cayendo) han sido sensiblemente rebajadas, ¿gracias a quién?, a las feministas que «se dejan la piel» por nosotros. Y, por eso, hasta que llegaron ellas, los magistrados y magistradas (las féminas son la mitad de las que deciden en España) los mandaban a la cárcel con duras penas y los jueces de vigilancia exigían rigurosos informes psicosociales cuando había que decidir si pasaban o no a un grado más leve. Por desgracia, incluso con ese justificado rigor, alguno reincidía cuando alcanzaba la semilibertad y, por eso, la sociedad se echaba las manos a la cabeza y pedía endurecimiento de las penas. Ahora, esos monstruos ya no necesitan esperar a que el régimen penitenciario flexibilice sus condiciones: la cuchipandi de analfabetas perniciosas del Ministerio de Igualdad se ha convertido en la mejor defensa de este atajo de indeseables.

Pueden ir cerrando los despachos de abogados de violadores y pederastas porque tienen en la ministra de Sánchez –el verdadero responsable de esta aberración– una competencia imbatible. Ya veo a los malos hacer cola en el Ministerio de Igualdad para que Irene y sus coleguis les lleven la defensa. Hasta el abogado de La Manada, esa manipulada monstruosidad que dio pie a todo esto, recurrirá para rebajar la pena a uno de los condenados. Ya saben, in dubio pro reo.

Jamás hubiéramos imaginado que el Consejo de Ministros se iba a convertir en un gabinete de defensa de la escoria de la sociedad: terroristas, golpistas, chorizos, okupas, violadores y pederastas; todos tienen ya quienes les representen legalmente y la minuta la pagamos entre todos. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Por culpa de Sánchez y porque el silencio cobarde de los socialistas lo permite. Solo veo en todo esto algo positivo: lo que ha ganado la reputación de las cajeras de las tiendas de lavadoras desde el día que Pablo Iglesias dejó a Tania Sánchez por Irene Montero y esta, por vía marital, se coló en el Consejo de Ministros.

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