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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Gran idea

Si un lobo es intocable, un niño es sagrado. Y si no se considera sagrado como niño, démosle inmediatamente su condición de lobo, lince, tortuga, oso, perro o gato

Actualizada 01:30

Leo los comentarios de los lectores de El Debate de mis artículos. Creo que se trata de una obligada cortesía. Casi todos ellos, educados e inteligentes. Aprendo, disfruto, agradezco y sufro. Y envidio talentos oscurecidos por los camuflajes identitarios. Entre los lectores de hoy, 23 de noviembre, «Ladilla Morada» aporta una idea que merece un texto desarrollado. «Propongo que se considere animal a un niño en el seno de su madre. Quizás así logremos salvarlos».

Me apunto a la idea. Vivo en tierras colonizadas por manadas de lobos. Maravillosos animales, también dañinos. La ministra anti-caza ha prohibido que los lobos sean molestados. Entre Cantabria, Asturias, León y el norte de Castilla, centenares de manadas se han adueñado de la legalidad. Y los lobos se saben intocables. Hasta en las sierras de Madrid los lobos atacan al ganado y masacran las economías de los ganaderos, héroes indefensos maltratados por la Administración. Un lobo muerto conlleva una multa exagerada, la detención del ganadero perjudicado, el juicio y la cárcel. Lo mismo patear a un perro o deshacerse de una tortuga. Pero simultáneamente, en España son asesinados diariamente centenares de seres humanos condenados a no ver la luz. Una loba preñada de lobeznos está más protegida que una mujer embarazada. Y los lobeznos que crecen en las entrañas de la loba son más valiosos que los niños que se forman en el vientre de su madre.

Como ahora, gracias a las mentes enfermas, destartaladas y degeneradas de nuestros gobernantes se puede elegir libremente el género y condición de cada uno, propongo que a los nasciturus humanos que son asesinados todos los días, se les conceda la posibilidad de ser considerados perros, gatos, burros o tortugas, con la finalidad de garantizarles la posibilidad de vivir. La sociedad moderna aplaude, anima y protege a las mujeres que deciden desembarazarse de sus hijos. La sabia exministra de Zapatero, Bibiana Aído, fue contundente. «El feto de una jirafa es una jirafa, pero un feto humano no es un ser humano hasta que no alcanza su viabilidad». No lo dijo con estas palabras, sino peor, porque la chica no da más de sí. Hasta las menores de edad están protegidas, a espaldas de sus padres, para matar a sus hijos. Esas mismas menores de edad, para darse de alta en una biblioteca pública necesitan el permiso paterno para ser admitidas. Por ello, propongo, como mi lector o lectora, que los seres humanos tengan los mismos derechos que los lobos para ver la luz. Y ya nacidos, que elijan ser lo que quieran cuando tengan uso de razón, pues son muchas las posibilidades de elección. El niño que elige ser niña, la niña que elige ser niño, la transexualidad discrecional –los años pares, niño, los años impares, niña– y lo que la vida les vaya recomendando. Pero no la muerte obligada por el egoísmo y la perversidad de otro cuerpo. Porque una mujer embarazada no es la propietaria del niño que crece en su seno. La madre es un ser humano que lleva otro ser humano en sus entrañas y cuya vida no puede estar sometida al capricho de la más fuerte.

No es pedir demasiado. Si un lobo es intocable, un niño es sagrado. Y si no se considera sagrado como niño, démosle inmediatamente su condición de lobo, lince, tortuga, oso, perro o gato. El huevo profanado en un nido de un águila real, imperial o simplemente ratonera, está gravemente sancionado. La vida de un niño, legalmente expuesta y animada al asesinato. Pues eso y nada más.

«Estoy de siete meses embarazada de un perro».

Y el aborto, por lo tanto, prohibido.

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