Celebración progresista
La izquierda está orgullosa de que sean dominadas por lo que llaman progresistas, porque eso, dicen, mejorará la garantía de los derechos de los ciudadanos. Mientras que la derecha hasta siente vergüenza de que a lo suyo lo llamen conservador y busca fórmulas que superen la politización y la ideologización
Los despistados que siguen con esa cantinela de la desaparición de diferencias entre izquierda y derecha deberían repasar lo ocurrido tras la elección del nuevo presidente del Tribunal Constitucional, Cándido Conde-Pumpido, y la vicepresidenta, Inmaculada Montalbán. Esa celebración entusiasta por todos los medios de izquierdas, porque los progresistas, han dicho, ya controlan el Tribunal Constitucional, y eso, presumen, es excelente. Lo que contrasta llamativamente con la actitud de la derecha, que lleva años abogando por la mayor independencia del poder judicial y del Tribunal Constitucional, y se siente incómoda con la identificación política de sus miembros. Es decir, en la supuesta pugna entre progresistas y conservadores, hay un abismo de conceptos y posiciones.
De entrada, de conceptos, y esta es una vieja historia. La izquierda se puso a sí misma hace mucho tiempo la etiqueta de progresista, y a la politización izquierdista lo llama progreso, y con eso gana una y otra vez la batalla de las palabras, que es también la batalla de los mensajes a la sociedad. Y esa misma izquierda es la que puso a la derecha, sea liberal, demócrata cristiana o conservadora, la etiqueta de conservadores, o de los que quieren mantener el statu quo y el pasado frente al progreso y el futuro de los izquierdistas. De tal forma que, siendo la derecha la que quiere hacer reformas para garantizar la independencia del poder judicial, la izquierda llama progreso a su negativa a esas reformas.
Lo anterior refleja la enorme distancia de posiciones entre izquierda y derecha. Entre una izquierda que exige el reflejo del poder del pueblo, del resultado de las urnas, en la composición del poder judicial y del Tribunal Constitucional y rechaza de plano la limitación de la politización, y una derecha que busca fórmulas para garantizar la independencia de estas instituciones. La izquierda está orgullosa de que sean dominadas por lo que llaman progresistas, porque eso, dicen, mejorará la garantía de los derechos de los ciudadanos. Mientras que la derecha hasta siente vergüenza de que a lo suyo lo llamen conservador y busca fórmulas que superen la politización y la ideologización.
Es decir, que este debate se juega con reglas muy diferentes para unos y para otros. Y, por supuesto, las reglas son muy favorables para los izquierdistas. A lo que se suma que el populismo judicial ha provenido sobre todo de personajes vinculados con la derecha, bastantes de ellos cercanos al auge de C´s. Personajes que han alimentado el discurso de la contaminación intrínseca de los partidos políticos, y que han confundido ideología y valores, todos los jueces los tienen, con la incapacidad para la independencia. Lo que ha alimentado un desprestigio del poder judicial que la izquierda, el autodenominado progresismo, ha utilizado para su propio discurso y beneficio.
¿Mejorar y fortalecer la independencia del poder judicial y del TC? ¿Cómo? ¿De qué me habla? Responde toda la izquierda, lo que hace falta es que sean controlados por izquierdistas contrastados y cercanos al Gobierno de Pedro Sánchez, como Conde-Pumpido y Montalbán. El poder del pueblo, lo llaman.