El argumento más infame del PSOE
No hay razonamiento más absurdo que ese que sostiene que el golpe de 2017 fue culpa del PP y que el pulso independentista ya ha acabado
Hay mucho donde elegir. Pero quizá el argumento más infame del PSOE sea su desdichada teoría de que la culpa del golpe de 2017 no fue de sus promotores, sino del Gobierno del PP, que al no dialogar con los buenos de los separatistas provocó la declaración de la República y las algaradas. Esa tesis, compartida por la prensa global de cejas altas y lógica baja, se completa con la coletilla de que el proceso separatista ya ha acabado, merced a la «desinflamación» de Sánchez.
Además de miserable, el argumento es absurdo. En su larguísimo mandato, el taimado e inteligente Pujol fomentó el extrañamiento hacia España, implantando en Cataluña las famosas «estructuras de país» (cortesía de la miopía de los sucesivos Gobiernos centrales). Pero el desafío arranca realmente cuando el flojo presidente Artur Mas se encuentra con dos problemones a la par: malos resultados electorales y unas cuentas autonómicas destrozadas. Desarbolado por la crisis, Mas, que nunca se había declarado separatista, inicia el desafío como maniobra de distracción, convocando un referéndum ilegal rumbo a la independencia. Lo hemos olvidado, pero el 9-N del 2014 ya se llevó a cabo una consulta, que insólitamente el Gobierno de Rajoy vino a tolerar, argumentando que se trataba solo de una pantomima. ¿Dónde estaba la enorme dureza del PP?
En la segunda andanada, la de Junqueras y Puigdemont, el PP vuelve a mostrarse contemplativo hasta lo exasperante. Mientras los separatistas ya anunciaban lo que llamaron las «leyes de desconexión», Rajoy todavía enviaba a Sorayita a Barcelona para intentar una «operación diálogo», como se la llamó entonces, que incluyó incluso el regalito de libro y rosa a Junqueras en el día de San Jorge (con una foto emblemática, en la que el cerebro del golpe, muy serio y zumbón, sujeta de los hombros a una Soraya encantada, que se desternilla de risa junto a quien solo seis meses después proclamaría la República catalana).
A finales de julio de 2017 se aprueba la primera de las «leyes de desconexión», con el Gobierno de España todavía en la hamaca. A comienzos de septiembre llegaron el resto. Después, el referéndum ilegal, que sí se celebró, pese a todas las promesas de Soraya de que lo pararía. Por último, la declaración de la República.
No se vislumbra esa marmórea dureza del PP que denuncian el PSOE y su coro. Más bien ocurrió lo contrario. PP –y PSOE– remolonearon cuando los golpistas ya se les subían a las cejas. Solo reaccionaron tras el crucial discurso de Felipe VI (ahora desautorizado de facto por Sánchez, al liberar y amnistiar a los autores de los delitos que aquel día denunció el Rey con tanto acierto).
También se pecó de laxitud en la aplicación del 155, demasiado corta como para poder desmontar la máquina de manipular y con el gravísimo error de permitir que TV3 continuase disparando propaganda contra España y su legalidad.
En cuanto a lo de que el proceso separatista ya ha acabado gracias al diálogo, como se jactan Sánchez y Bolaños, se trata de otra coña. El Rey está vetado por las autoridades catalanas. El Ejecutivo catalán repite cada día que solo les sirve el referéndum. Este mismo jueves, ERC y los sospechosos habituales (ANC, Ommnium, el Consejo de la República…) se manifiestan en las calles de Barcelona contra la cumbre franco-española, mientras Mi Persona se pavonea junto a Macron. ¿Y por qué protestan? Pues porque no admiten ni soportan que se escenifique en Cataluña que existe un país llamado España del que forman parte y porque quieren su consulta ya (y Sánchez se la dará de algún modo si necesita a Frankenstein para seguir en la Moncloa, de ahí sus prisas por asaltar el TC).
El separatismo catalán –y vasco– es el mayor problema de España. Por eso supone una felonía que el PSOE, en lugar de frenarlo mano a mano con los partidos constitucionalistas, culpe del problema al PP. Nada nuevo. En la II República ya cometieron una traición similar. Pese al tuneado de la etapa felipista, el PSOE siempre ha resultado más bien tóxico para España, porque en el fondo no creen en ella. Ya saben: el patriotismo es facha y nuestra nueva bandera es… la arcoíris.