Malo hasta haciendo trampas
Petanca sorpresa (con militantes del PSOE) y espontáneo paseo en bici (en dirección contraria y en una calle cortada por la Policía)
Aunque algunos historiadores respetados sostienen que todo es una fábula, la expresión «aldeas Potemkin» ha perdurado como sinónimo de montaje propagandístico. Grigory Potemkin había sido ministro y amante de la emperatriz Catalina II, apodada La Grande. Cuando los rusos vencen a los turcos y conquistan Crimea, Potemkin se convierte en el gobernador. En 1787, Catalina II y su séquito viajan a conocer sus nuevas tierras. La leyenda cuenta que para impresionar a la zarina, el astuto Potemkin montó unos relucientes pueblos de cartón piedra, habitados por unos falsos campesinos de lo más lustrosos.
No sabemos si a Sánchez le interesa la historia rusa, pero se ha aficionado a los pueblos Potemkin. Dado que no puede pisar una calle sin escuchar la Sinfonía de abucheos en Chapote Mayor, su equipo de marketing ha convertido sus apariciones ante «la gente» en actos cercados y guionizados.
En septiembre decidió iniciar el curso recibiendo en la Moncloa a 50 representantes anónimos de «la gente», que podrían plantearle lo que quisiesen. El Gobierno se resistió a facilitar la lista y a explicar el criterio de selección. Al final, permitieron que preguntasen cinco de ellos. Ni una cuestión sobre la inflación, el agobio del momento. Solo tocaron asuntos aptos para el lucimiento del Querido Líder: la subida de las pensiones, el cambio climático, la «igualdad de género». La prensa acabó destapando que varios de los participantes eran cargos y simpatizantes del PSOE, como delataba el uso enfático del «todas y todos». Incluso se descubrió que un «joven anónimo» ya había participado en otro sarao propagandístico de Sánchez.
Los fontaneros monclovitas no escarmentaron. Nuevo montaje. El pasado miércoles, nada más aterrizar tras levitar en Davos, Peter decide materializarse ante «la gente» de a pie. Esta vez elige a un grupo de pensionistas que juegan a la petanca en Coslada. Mi Persona, ahíto de emoción, cuenta a posteriori en Twitter que el acto le ha resultado «entrañable». Pero la cosa huele a chamusquina. A las dos y media, la mayoría de los yayos están manducando, no dándole a la petanca. En seguida se descubre que los abuelos son el alcalde socialista de Coslada y otros cargos y militantes locales del partido, incluido el «entrañable» pensionista que rebosante de admiración le suelta al egregio mandatario políglota: «Campeón, ¡enhorabuena por ese inglés!». Como cantará el asunto que hasta El País habla de «vídeos aparentemente caseros, pero en realidad muy preparados».
Pero en la Moncloa no se cortan. Así que el sábado organizan Potemkin 3 para contraprogramar la mogollónica manifestación de Madrid. Sánchez se va a Valladolid. Nuevo encuentro, esta vez con los jóvenes. A primera hora de la mañana acude con el alcalde socialista a un «Espacio Joven», un centro cultural municipal al norte de la ciudad. Los chavales beneficiaros ofrecen un breve conciertillo («gracias a todas y todos por mostrarme vuestro talento», tuitea jabonoso). A la salida, Sánchez procede a lo que todos los medios llamarán en titulares «un paseo en bicicleta por Valladolid». Nuevo Potemkin: pedaleó cien metros y en una calle cerrada por la policía, lo que explica por qué avanza en dirección contraria (y sin el caso obligatorio). A continuación, mitin en la Cúpula del Milenio de Valladolid. Vídeos subidos a las redes por los vecinos delatan –ay– como se vació toda la zona circundante con el preceptivo cordón anti-abucheos.
«Ciudadanos anónimos» en la Moncloa (que resultan ser todos zurdos). Espontánea partida de petanca (con militantes del PSOE). Paseo en bici (de dos minutos y solo para la foto). Y siempre un blindaje férreo que aleja a los posibles discrepantes.
Portentoso: es malo hasta para hacer trampas.