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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

¿Abuchearán a Sánchez en los Goya?

Damos por descontado que el comprometido sector del cine protestará en su gala contra el presidente socialista por haber premiado a más de 400 violadores

Actualizada 10:14

Aunque solo la música y el mar me gustan más que el cine, un año más disfrutaré mucho perdiéndome la retransmisión de los premios Goya. Hace años que dejé de ver el sarao, por tres motivos:

El primero es la endémica murga izquierdista del sector, siempre de gatillo fácil contra los poderes que no son de su cuerda, pero mudo cuando manda su PSOE de cabecera, sea cual sea la tropelía que cometa.

El segundo motivo por el que no lo veré es porque la gala resulta un muermazo. Lo habitual es soportar un presunto humorismo tipo Eva H o Buenafuente, que más que la sonrisa estimula la vergüenza ajena, y unas hipérboles en los agradecimientos en las que cualquier anónimo se transmuta en supuesto émulo de Vittorio Gassman, Katharine Hepburn o Buñuel.

El tercer motivo es que confieso que no sigo las películas de estos portentos del «compromiso progresista» (la última película española que he visto es La piel del tambor; y realmente me admiró… por floja que era y lo pueril de su argumento).

La realidad del cine español, con su celebrado compromiso político para todas y todos, es que su cuota de pantalla está en el 22 %, mientras que el cine francés, el británico, el danés o el checo alcanzan el 40 %. Es decir: nuestros fenómenos del todas y todos no logran interesar a sus compatriotas, porque buena parte de su oferta es aburrida, debido al abuso pedante de las ínfulas de gran arte y a su énfasis en el mensaje correcto. Muchas de sus películas no existirían de no ser por la teta pública. Al final, cuando se estrenan, no las ven ni los familiares del «creador» (ahí está el actual exitazo de Eduardo Casanova, 38 espectadores el fin de semana tras abrochar una subvención de 317.000 euros).

La verdad incómoda es que la industria del cine español lleva cuatro años salvando la cara gracias a la comedias de Santiago Segura (al que no distinguen con un premio Goya desde hace 22 años, lo cual quizá tenga que ver con que ha ido virando desde las obligadas posiciones zurdas hacia algo que suena más centrado; incluso se ha atrevido a dar la cara por Pablo Motos frente a la cacería del friki clan de Igualdad).

¿Y qué ofrece Segura para arrasar en la taquilla? ¿Serán sentidas reivindicaciones de la Memoria Democrática, o de la vida identitaria en los caseríos vascos? ¿Acaso rodará historias en catalán sobre el alma de la Cataluña eterna? Pues no. Resulta que lo que oferta el director madrileño son comedias familiares donde nos reconocemos fácilmente todos los españoles. Cintas que en el fondo no dejan de ser una actualización de La gran familia, la película de 1962 con Alberto Closas y Amparo Soler Leal. Su última entrega, Padre no hay más que uno 3, ha sido la cuarta película más vista el año pasado en España y una de las dos únicas que se coló entre el monopolio de Hollywood (la otra es Tadeo Jones 3, de nuevo una propuesta familiar de espíritu sanote).

Si el sábado a la noche, cuando Sánchez aparezca levitando con su flamante smoking, resulta que el cine español le dedica una sonora pitada por haber premiado a más de 400 agresores sexuales, entonces prometo que volveré a seguir los Goya. Pero para escuchar a Almodóvar poniendo a parir la sanidad pública de Ayuso mientras pide cita para la Ruber Internacional… Pues para eso, me temo que paso y aprovecharé el rato para ver algún buen clásico de Berlanga, Vajda, Garci o Fernán Gómez.

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