El 'Prestige' de Sánchez
El 'solo sí es sí' se ha convertido en el 'Prestige' de Sánchez, con la diferencia de que el accidente del petrolero fue una calamidad sobrevenida y la ley Montero una decidida apuesta, ideológica y sectaria, con resultados lamentables
A Sánchez se la ha quedado esta semana peor cara que los besugos de «Chez Ordenalfabetix», el pescadero de la aldea de Asterix, cuestionado por la frescura de su mercancía . A Sánchez le han aflorado de golpe las ojeras del insomnio por encamarse con Podemos mientras las canas blanquean con más intensidad su cabello. El suyo no es un Gobierno de coalición sino de colisión permanente y de líos continuos que padece él y sufrimos los españoles.
Sí, hay nervios en Moncloa porque la herida que ese disparate jurídico del 'solo sí es sí' que permitió, impulsó y apoyó hasta su aprobación en el Congreso ha degenerado en una hemorragia de votos que se le van al PSOE en la misma proporción e intensidad que aumenta cada día el número de violadores que se benefician de la ley y salen a la calle. A más agresores sexuales beneficiados menos votos para el PSOE.
Alguien del PP ha querido asimilar el desastre medioambiental que el 'Prestige' supuso en términos políticos para los populares con las consecuencias que este escándalo tiene para los socialistas y para Sánchez, primer y principal responsable, antes que Irene Montero, de haber consentido y perpetrado una ley que ha conseguido el efecto perverso y contrario al perseguido de proteger a las mujeres. El 'solo sí es sí' se ha convertido en el 'Prestige' de Sánchez, con la diferencia de que el accidente del petrolero fue una calamidad sobrevenida y la ley Montero una decidida apuesta, ideológica y sectaria, con resultados lamentables.
Sánchez, además, ha vuelto a mentir al afirmar, con su habitual falta de escrúpulos y dureza facial de hormigón armado, que nadie pensó y advirtió hace meses que los violadores verían reducidas sus condenas o saldrían en libertad con la aprobación de su ley. Dos decenas de informes jurídicos y algunas intervenciones en el Parlamento de portavoces de PP, Ciudadanos y Vox, e incluso del Gobierno socialista de García Page, avisaron de esas consecuencias que el propio Sánchez ignoró mientras sus socios morados atacaban con insultos a la oposición y a los medios por alimentar bulos machistas. Más de 500 agresores sexuales condenados se han beneficiado desde entonces y más de 40 han salido ya en libertad. Suma y sigue porque el goteo de casos es constante.
Y no, Sánchez no rectifica ni modifica la ley por arrepentimiento, solidaridad y empatía con esas mujeres violadas a las que ha vuelto a victimizar con su aberración jurídica, sino por interés puramente electoral al comprobar en los sondeos internos que maneja Moncloa las consecuencias de la misma en pérdida de apoyo a los socialistas a tres meses de las autonómicas y municipales.
La ley será reformada probablemente con la oposición de Podemos que sigue sin aceptar el desastre a pesar del daño causado e irreversible, (la reforma no reparará el mal generado), a tantas mujeres.
La insoportable necedad en la que se han instalado las integrantes de la ensoberbecida y pueril «banda de la tarta de igualdad» y «la niña de la curva», arremetiendo con ignorancia y rencor contra los jueces en vez de admitir su error, es insultante para los togados y exasperante para los ciudadanos hartos de aguantar su indigencia intelectual.
El autodenominado Gobierno «feminista y progresista» ha pegado un caganchazo estratosférico con una de sus leyes estrella y eso lo dice todo sobre su incompetencia y mala gestión. Pero ni Pilar Llop, ministra de Justicia, que no ha cuestionado las deficiencias de la ley hasta ahora y ha callado de manera vergonzante ante los ataques de Montero y Belarra contra sus colegas togados, ni la propia Irene Montero, dejarán el Ejecutivo después de arraigar como acacias en los enmoquetados despachos ministeriales. Fuera hace mucho frío y hay que seguir pagando el chaletazo de Galapagar.
Cuentan, por otra parte, con el respaldo de Sánchez, que prefiere seguir huyendo hacia adelante al frente de un Gobierno en descomposición, con ministros que hacen la guerra por su cuenta y no se hablan, antes que romperlo y perder el poder. La dignidad no cotiza en el ecosistema político del «sanchismo».