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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Tito Sánchez

Si Sánchez calla, es cómplice de haber permitido que el Congreso sea una sucursal de la Cosa Nostra y de un burdel barato

Actualizada 01:30

La afición del PSOE por los bares de lucecitas y las fiestas sin calzoncillos le viene de largo y, antes de llegar a las andanzas de Tito Berni, válidas para una película de Pajares y Esteso en los años 80, dejó gloriosos capítulos en la memoria colectiva.

Luis Roldán le dio un uso alternativo al tricornio rodeado de señoritas ligeras de ropa, para indignación de la Guardia Civil, que sobrevivió a las corruptelas, orgías y fugas de su jefe por el prestigio acumulado durante tantos años.

Y los socialistas de la FAFFE andaluza, uno de esos chiringuitos inútiles que se financian con impuestos confiscatorios en nombre de la sanidad o la educación, lograron superar a los Carpantas de UGT, cuyos atracones de crustáceos del litoral de Cádiz –que aún intenta recuperarse del holocausto de gamba blanca– quedaron empequeñecidos por las visitas a burdeles de sus primos mayores, a cargo de fondos públicos destinados a los parados.

De nada de ello es responsable Sánchez, como tampoco lo son ni él ni los quince, veinte o noventa diputados que compartieron escaño o mesa con Tito Berni, con el que votaron al unísono la ley de abolición de la prostitución unos minutos antes de acudir a un prostíbulo a celebrar tan conmovedor avance social.

El socialismo es generoso con el dinero de otro, y su moralidad es implacable con los demás, pero laxa con uno mismo. Ninguna de las dos cosas es delictiva, pero da una pista del tipo de principios que mueven a quienes más retórica despliegan contra los demás pero menos límites se imponen a ellos mismos.

Pero aunque la parte obscena del caso Mediador sea la más vistosa y vaya a quedar indeleblemente unida ya al PSOE como las fiestas de Roldán, las excursiones sexuales de los socialistas andaluces o los atracones de sus compañeros de UGT; la relevante de verdad es la delictiva: la utilización del Congreso como una oficina central de una trama corrupta que recaudaba mordidas a empresarios a cambio de favores económicos públicos.

Que Tito Berni y tal vez otros diputados se pasaran por la piedra a una o cien meretrices les retrata personalmente, pero que a cambio de esos placeres vulgares y de otros en metálico indujeran tratos de favor a sus clientes, en forma de adjudicaciones y subvenciones, es el quid de la cuestión.

No debe ser difícil elaborar el listado de las empresas de cabecera de la trama. Ni tampoco comprobar si algunas de ellas empezaron a facturar, repentinamente, en las circunscripciones de los diputados, o diputeros, incluidos en la lista de Berni. Cruzar ambos datos, bien simples, colocaría este asunto en su auténtica dimensión, menos llamativa que la estrictamente pornográfica pero mucho más grave a efectos penales, políticos e institucionales.

Y eso es lo que Sánchez, el Tito Sánchez, no puede ya silenciar: si es muy grave o no que casi el 15 por ciento de sus diputados se haya ido de putas, ante el silencio de las mismas pseudofeministas que se callan con la ley del 'solo sí es sí', deberán juzgarlo los electores.

Pero si el tipo que asaltó la Presidencia apelando a la higiene democrática tenía en su grupo parlamentario una filial cutre de la Cosa Nostra, no le va a bastar con tratar el caso con esa mezcla de arrogancia y desdén habitual en el personaje: esta vez el silencio es una prueba de cargo y una confesión de complicidad que le situaría, al propio Sánchez, en el centro de la bacanal.

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