¿Contra Sánchez o contra Feijóo?
Aunque no se gane, tendría sentido de no ser por un pero: Sánchez va a salir del entuerto mejor de lo que está ahora
La mejor manera de saber cuánto daño le hace a Sánchez la moción de censura anunciada y ya registrada por VOX será la fecha para celebrarla: si Meritxell Batet, que es al juego limpio en el Congreso lo que Enríquez Negreira al Comité de Árbitros, la convoca de inmediato, significará que duele de verdad en el Gobierno y que el presidente accidental y accidentado se la quiere quitar pronto de encima y alejarla de las Elecciones Autonómicas y Municipales de la primavera.
Pero si la retrasa el máximo tiempo legal establecido, la lectura debe ser la contraria: Sánchez, que siempre plantea los comicios como una lucha de bloques irreconciliables que en realidad no existen en la sociedad española, encontrará en este episodio la coartada perfecta para ahondar en esa estrategia, logrando de paso diluir los múltiples problemas y escándalos que iban a marcar el paso por las urnas y, quizá, los primeros párrafos de su epitafio político.
Todo indica que la obediente Batet optará por la segunda opción, cumplimentando los deseos del patrón con la misma sumisión que la hará pasar a la historia como la peor presidenta de la Cámara y la primera que, con infinito descaro, la ha puesto al servicio del presidente en todas y cada una de las ocasiones en las que debía demostrar la independencia exigible al cargo.
Con ella se ha manoseado el reglamento para impedir derrotas como el rechazo a la reforma laboral, que hubiera colocado a Sánchez al borde de la convocatoria de elecciones anticipadas. Con ella se ha cerrado de facto el Congreso durante la pandemia y se ha minimizado el imprescindible control del Gobierno. Y con ella, por citar un último ejemplo bochornoso, se ha perpetrado un asalto sistemático al Poder Judicial o al Tribunal Constitucional, cuyas renovaciones han de partir del Congreso y no de Ferraz ni de Moncloa, como ha ocurrido en realidad con su complicidad.
La moción de censura, con ese calendario, logrará justo lo opuesto a lo que persigue: lejos de debilitar a Sánchez, que a los fracasos estrepitosos de su gestión en todos los frentes le añade una obscena división de sus socios de coalición y un chantaje ilimitado de sus aliados separatistas, desplazará el foco de atención de todo ello y hará de pegamento temporal de su Gobierno, de nuevo cohesionado ante el enemigo común de la «ultraderecha», el eterno sainete artificial del sanchismo.
Si ésas van a ser las consecuencias, por mucho que no sean las intenciones de VOX, y si frente al gustazo de escuchar en formato indefinido la enmienda a la totalidad del sanchismo que Tamames encarnará se impondrá, a su pesar, la réplica política y mediática del hegemónico ecosistema regado por Sánchez, es legítimo preguntarse si merecía la pena.
Desde la perspectiva de VOX, desde luego: la campaña de persecución a un partido que, guste o no, es perfectamente constitucional y desde luego necesario para decir algunas verdades incómodas; legitima una réplica que le vuelva a situar en el centro de la pista. Y le vuelva a hacer competir por una parte del electorado que un día fue del PP, después se marchó con Abascal y ahora tal vez haya vuelto con Feijóo.
Son dos objetivos razonables, en la lógica que cualquier partido aplica para defender sus intereses, y especialmente cuando la manera de lograrlo es lanzando un «Yo acuso» plagado de argumentos y razones, por mucho que carezca de los votos para prosperar.
¿Pero es suficiente si, cuando termine todo, Sánchez se sentirá más fuerte, el «sí es sí» esté más olvidado, el ejército de Pancho Villa que es el Gobierno se exhiba más cohesionado que en los últimos meses y de nuevo el debate sea, más que cómo acabar con Sánchez, cuántos escaños se disputan PP y VOX y cuántas opciones conjuntas pierden para alcanzar una meta que comparten?
El cuerpo pide respaldar esta moción de censura, para retratar a un presidente nefasto que será un peligro público sin precedentes si logra reeditar su Gobierno tras las próximas Elecciones. Pero la cabeza dicta otra cosa: cuando el rival se está equivocando, y este Gobierno es un equívoco al completo, conviene no distraerle. Y esto, desgraciadamente, le da un balón de oxígeno impagable. Quizá porque el objetivo real de la moción no es Sánchez, aunque lo parezca formalmente, sino Feijóo, que no estará allí pero flotará como nunca en el ambiente.