Bluf Bluf Bluf Barcelona
Lo del Barça es el resumen del separatismo y del sanchismo, que siempre buscan un árbitro parecido a Tezanos
Durante 18 años el Bluf Bluf Bluf Barcelona se gastó siete millones de euros en lograr la asesoría del vicepresidente de los árbitros, el tal Enríquez Negreira, a quien pagaban ese pastizal por sus consejos, dicen para justificarse: en esa esquina del Nou Camp pondría unas cortinas de macramé; de comer les daría a los chicos quinoa, que es muy sana y se va bien al baño; y el jabón de las duchas con Ph neutro, que se irrita la piel.
Y cosas así.
Pensar que el Bluf Bluf Bluf Barcelona untaba al jefe de los árbitros para que los árbitros ayudaran al Bluf Bluf Bluf Barcelona a ganar más partidos y tirar más penaltis es tan malicioso como creer que, cuando Sánchez indulta a Junqueras, lo quiere ver fuera de la cárcel. O cuando Puigdemont declara la independencia, intenta que Cataluña se separe de España.
También Tezanos, dirigente del PSOE nombrado por el PSOE, hace impecables sondeos sin intención alguna de beneficiar al PSOE, sin que los 98.653,14 euros de sueldo muy bruto anuales terminen de explicar, en ningún caso, sus conclusiones sistemáticas a favor de Pedro Sánchez, gran presidente, mejor persona e inmejorable candidato a capitán de la selección brasileña femenina de voleibol playa.
Enríquez Negreira, que tiene en serie otro de esos apellidos que predisponen al arbitraje honesto como Conde Pumpido o Batet Lamaña, nunca ofreció influencia arbitral a un equipo mimado luego por el arbitraje, en una pirueta del azar sin ninguna relación de causa y efecto: ahí tienen los ocho goles que hace nada le metió el Bayern al Bluf Bluf Bluf como prueba de descargo para la directiva del Bluf Bluf Bluf, como en diciembre verán la estrepitosa derrota de Sánchez para demostrar la inocencia de Tezanos.
Porque los partidos, como las elecciones, se ganan con goles y con sondeos, y no hay amaño lo suficientemente eficaz para contradecir la ley de la gravedad en una portería o una urna: Negreira, Tezanos, Batet, Pumpido o Laporta son todos excelentes profesionales en lo suyo y, aunque todos graznen, anden y vuelen como un pato, no son patos.
Estando en un país que encierra en un calabozo a un tío por una denuncia verbal por violencia de género pero luego suelta a violadores y pederastas condenados en firme, ya nada puede sorprendernos. Tampoco que, cuando se descubre el contubernio, a alguien le escandalice que en ese bar, como en el de Casablanca, se juegue.
Todo el separatismo, y el Bluf Bluf Bluf es su emblema, ha sido siempre un negocio oscuro, perpetrado bajo el vapor de las alcantarillas de los callejones más siniestros. Lo que ha cambiado es que, ahora, ya no se esconde y actúa a plena luz del día, con el paraguas de Sánchez para tapar el sol.
Lo llaman «Mesa del Diálogo», como asesoramiento a lo de Negreira y Laporta y «convivencia» a lo de Sánchez con Otegi, pero es el viejo amaño de siempre disfrazado de casualidad, sondeo o informe de consultoría.
Que ni así el Barça pase de ganar el muy noble Trofeo Emma Cuervo de la muy ilustre Ribadeo ofrece una última moraleja: por mucho Negreira y mucho Tezanos que anden sueltos, al final todos los goles sucios acaban siendo en propia meta. Porque el Bluf Bluf Bluf Barcelona es más que un club. En concreto, un night club.