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El astrolabioBieito Rubido

¿Es peligrosa la inteligencia artificial?

El humanismo, tal y como lo entendemos, está amenazado por una nueva religión que adora el desarrollo y a la diosa tecnología

Actualizada 01:30

A los seres humanos nos va a matar de nuevo la soberbia, el pecado más difícil de perdonar. Ya no queremos volver a ser el polvo viejo que fuimos, y aspiramos, con el más viejo de los relatos, a convertirnos en Dios: Homo Deus. Nos hemos vuelto fanfarrones y nos consideramos eternos. Esa actitud altiva se puede comprobar ahora en todas las ideas y sus posteriores procesos que estamos desarrollando contra nuestra propia naturaleza: vientres de alquiler o inteligencia artificial que pueda crear una nueva especie, los transhumanos. Es inquietante todo cuanto acontece en este campo, el poco tiempo que le dedicamos los medios y la ignorancia más absoluta que demuestran los políticos al respecto. ¿Han escuchado hablar a alguno de la inteligencia artificial?

Ayer un grupo notable, en número e importancia, de altos dirigentes de empresas tecnológicas, encabezados por Elon Musk han firmado un manifiesto en el que solicitan que se frene la inteligencia artificial. Según ellos, «representa un cambio profundo en la historia de la vida en la Tierra». En medio del fango informativo en el que solemos chapotear, a mí me pareció una de las noticias más relevantes y trascendentales que podíamos ofrecer a los lectores.

Tenemos que comenzar a pensar en profundidad acerca del mundo que viene. El humanismo, tal y como lo entendemos, está amenazado por una nueva religión que adora el desarrollo y a la diosa tecnología. No pretendo oponerme al progreso, que es aquello que nos hace mejores. Tan solo aportar una llamada de atención acerca de la transformación que vivimos y de la que parecemos no querer darnos cuenta. También aquí hay ideología, más allá de las vulgaridades de las ministras de Podemos. Si se ponen en riesgo la dignidad y la libertad de los seres humanos, el avance tecnológico puede volverse en nuestra contra, salvo que a partir ahora lo embridemos desde los valores.

La manipulación genética, los vientres de alquiler, la aspiración al hombre inmortal –que no eterno–, la inteligencia artificial, el culto excesivo al cuerpo… y el abandono de la trascendencia. Y al final, volverá la fragilidad, cuando menos lo esperemos. Y es que el hombre no es Dios.

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