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Cosas que pasanAlfonso Ussía

El sol

Lo más desagradable que le puede suceder a un dromedario es nacer en Qatar. «Lawrence de Arabia» habría desertado de tener que combatir en aquel emirato. Y Rommel y Montgomery no se hubieran tratado a cañonazos porque en sus tanques habrían hervido sus motores

Actualizada 01:30

Una de las voces que nos unen a todos los hispanohablantes del mundo –más de 600 millones–, con los catalanoparlantes de España –más de 3 millones–, es la que identifica a nuestro astro rey, el sol. En español se dice «el sol» y en catalán «el sol». Una coincidencia digna de ser tomada en cuenta. El sol no sólo nos da la vida, nos calienta y nos abrasa. Con toda su grandeza y fiereza, el sol se disfraza de amor. «Mi sol» es neutro y sirve para todos los sexos y géneros que se han inventado las churris inútiles. Un hetero, un gay, un transexual, un fluido, un binario y una lesbiana pueden coincidir en dirigirse a su amor como «mi sol», y no pasa nada. El sol es un astro, un símbolo, un dios poderoso y una palabra de amor. El sol en plan cariño grande pierde eficacia y seriedad. «Mi marido es un solete». A ese marido hay que decirle que no se puede seguir siendo un solete. El sol es el centro de nuestro sistema planetario, y es muy de agradecer que los independentistas catalanes compartan la palabra con nuestro humilde idioma común. Los vascos no son tan generosos, y al sol le dicen «eguzkia», o «eguzki», e ignoro la causa del capricho. Y el sol también es la inspiración de muchas cursilerías poéticas. «Rojo sol, que con hacha luminosa/coloras el purpúreo y alto cielo» según Fernando de Herrera.

O «El sol, capitán redondo/lleva un chaleco de raso», de Federico García-Lorca. Noel Coward descubrió «que los perros locos y los ingleses gustan de tomar el sol a mediodía». Y el poeta festivo madrileño Cavestany –en catalán «Cavestañ»–, se lo tomaba más a su aire bromista: « Porque, en un día risueño/ tomarlo, sin hacer nada/es la obligación sagrada/de todo buen madrileño». Con la luna, nuestro satélite que alumbra las noches con la luz robada del sol, cambia el panorama. En español se dice luna, y en catalán «lluna». Y me temo que así vamos a seguir.

El sol colorea y hace crecer las hierbas de los prados. Y el césped, que en Cataluña, al menos en Tarrasa, patria chica del entrenador Chavi –«Chabi»– Hernández, se dice «céspet». No obstante, Hernández, que es partidario del césped jugoso y compacto, recela del sol, lo que a primera vista se me antoja contradictorio. Hernández ha vivido y se ha enriquecido, legalmente, en Qatar. Y en Qatar, el sol no es prudente. Lo más desagradable que le puede suceder a un dromedario es nacer en Qatar. «Lawrence de Arabia» habría desertado de tener que combatir en aquel emirato. Y Rommel y Montgomery no se hubieran tratado a cañonazos porque en sus tanques habrían hervido sus motores como en los primeros «Seiscientos» al inicio del puerto de Navacerrada. Y escribo que es contradictorio porque un césped jugoso, suave y compacto sólo se consigue con la inestimable colaboración del sol.

Hernández, que fue futbolista y hoy es entrenador de un equipo en trance de quiebra, no quedó contento con el césped del Getafe, y menos aún, con el horario que le impusieron para disputar un partido contra el equipo del sur de Madrid. Y para justificar lo mal que jugó su conjunto de estrellas, le echó la culpa al sol. «No estamos acostumbrados a jugar con sol»- El entrenador del Getafe, enterado de las palabras de Hernández, le recomendó que en el futuro, cuando le toque jugar con el sol en lo alto, lleve para sus jugadores «Nivea» y «After Sun». En la RFEF y la Liga, ya se han disculpado por ese nuevo ataque al club de Hernández. Y le han prometido que harán todo lo posible para nunca más se vean obligados sus jugadores a competir bajo los rayos ardientes del astro rey. Un astro, por otra parte, falangista. Un nuevo atentado contra Cataluña. Están hartos, y lo entiendo.

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