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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Lo del Rey

Da pena y vergüenza ajena ver que el único reconocimiento al hombre que nos ha conducido por la mayor historia de éxito de España se lo estén dedicando jefes de Estado como Macron o Carlos III de Inglaterra

Actualizada 01:30

Hoy que Juan Carlos I pisa territorio nacional es conveniente decir que con el padre del Rey se está alcanzando un altísimo grado de inmoralidad, no solo político sino mediático. Una nefanda praxis profesional que tendría que estudiarse como antimodelo en la Facultad de Periodismo, en la que Pablo Iglesias no ha conseguido meter la cabeza para asperjar allí sus no cumplidas ideas revolucionarias. No hay nada más repugnante que escuchar a las sintónicas terminales de Pedro Sánchez penar por que el Rey Juan Carlos pudiera fallecer fuera de España, y que al Estado y a Sánchez eso le supusiera un problema. Esos mismos que aplaudieron en los carrillos de Don Felipe la expulsión de España del anterior Monarca, ahora se compungen por si un fatal desenlace se produjera en tierra extraña, adonde le condujo la campaña más agresiva e injusta orquestada desde Moncloa y secundada por altavoces mediáticos dispuestos a todo, incluso a olvidar el papel fundamental de Don Juan Carlos. Da pena y vergüenza ajena ver que el único reconocimiento al hombre que nos ha conducido por la mayor historia de éxito de España se lo estén dedicando jefes de Estado como Macron o Carlos III de Inglaterra, a falta de la dignidad que debería tener al Gobierno que lo expatrió sin la oposición de la Zarzuela.

No menos repulsivo es ver cómo esos mismos «compañeros» exigen que el Rey no monte «un circo» en Sanxenxo, cuando lo hacen desde televisiones que desplazan equipos enteros y dedican media programación a seguir sus pasos gallegos y a airear sospechas inventadas sobre una persona libre y sin ninguna cuenta judicial pendiente. Corifeos que fuerzan sus cuerdas vocales para reclamar al Monarca que dé explicaciones sobre su comportamiento no exactamente ejemplar pero que ya ha sido investigado por la Fiscalía, con comisiones rogatorias incluidas, y con la fanfarria progre más atronadora que se recuerde, que le exoneraron de toda responsabilidad, tal y como nuestro marco legal (que nadie ha cambiado) establece. Sería conveniente que los mismos que exigen una rendición de cuentas populista (como si abdicar no fuera suficiente) aclarasen si lo que quieren es que el padre de Don Felipe sea conducido a la Plaza Mayor de Madrid para ser ajusticiado ante las tricoteuses, si la asunción de culpas la prefieren en versión Pedro Sánchez, con rueda de prensa sin preguntas, si en una entrevista en el Deluxe con Jorge Javier o en una nueva entrega de Évole, bajo el título «Lo del Rey». Yo les recomiendo lo primero. El gorro frigio que podían conseguir esas tejedoras que hoy predican en las teles completaría su atrezo mendicante para recoger las migajas en forma de publicidad institucional y ayudas públicas que les da su pope y guía político.

Han de ponerse de acuerdo. Ahora que vemos que Superyol siembra la especie de Iñaqui Gabilondo para presidente de la República y que Évole la secunda, podría hacer una entrevista definitiva a Don Juan Carlos el gurú Gabilondo, algo así como un tú a tú, del exjefe de Estado al próximo jefe de la República que nos endilgan los republicanos de izquierdas, los que tienen productoras que facturan más de seis cifras con sus programas pijoprogres.

A esto conduce un Gobierno irresponsable, la laxitud de la Casa que tuvo que evitar esta situación y los bien regados pesebres del sanchismo, a los que faltan lecturas, decencia profesional y quizá algún viaje por las repúblicas europeas –qué decir de las bolivarianas– donde sus presidentes desfilan todos los días por los tribunales por causas de corrupción: naciones que, pese a todo, se respetan y que nunca, nunca, echaron de su casa a nadie.

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