Tragedia electoral
Txapote quiere votar en las próximas elecciones pero Pedro Sánchez no se presenta ni por Galdácano, ni por Vizcaya, ni por Zaballa, ni por Álava
Francisco Javier García Gaztelu se enfrenta a un doloroso problema electoral. Sus amigos de travesuras le conocen por Txapote, que es lo mismo que Chapote, que de esa manera me voy a referir al pobre chico de aquí en adelante. Francisco Javier nació en Galdácano, Vizcaya, y en la actualidad vive bastante bien en un albergue del estado español gestionado por el Gobierno vasco en Zaballa, Álava. El chico quiere votar en las próximas elecciones, y su deseo es hacerlo por Pedro Sánchez, pero Pedro Sánchez no se presenta ni por Galdácano, ni por Vizcaya, ni por Zaballa ni por Álava, y el chico está desconsolado por tan desagradable imposibilidad.
Francisco Javier, que todavía no ha sido indultado como es deseo de Otegui, está internado en Zaballa por unos pequeños errores cometidos en su juventud. Como dijo en TVE un párroco de Hernani, «hay que reconocer que no está bien lo que ha hecho, pero algo de razón podía tener». Lo que hizo no está bien. Asesinó con la mayor brutalidad, frialdad y placer a catorce personas. A Miguel Ángel Blanco, Gregorio Ordóñez, Fernando Múgica, Fernando Buesa, José Ignacio Iruretagoyena, Alfonso Morcillo, Mariano de Juan, José Luis López de Lacalle, Jorge Díez Elorza, José Javier Múgica Astibia, Irene Fernández Perera, José Miguel de Jesús Encinas, Enrique Nieto y Máximo Casado. También intentó matar a Ramón Rabanera y José Ramón Recalde, pero al igual que Otegui con Gabriel Cisneros, marró los disparos. A Rabanera le pasó la muerte a un centímetro de la cabeza, José Ramón Recalde resultó gravemente herido –a Dios gracias, recuperado–, y Gabriel Cisneros soportó durante el resto de su vida, hasta su fallecimiento, las consecuencias de una bala en su estómago recibida en la acción terrorista que pretendía secuestrarlo, con Otegui de pistolero. Creo sinceramente que aquel párroco de Hernani se mostró extremadamente indulgente con el joven Francisco Javier. Francisco Javier, además de un etarra asesino y brutal, es un hijoputa. Y adviértase la diferencia que se establece entre el hijoputa y el hijo de puta. En la segunda acepción, es la madre la calificada, y resulta injusto a todas luces. En la primera, el hijoputa lo es por sí mismo, y aunque queda suave el calificativo, se lo lleva en su historial sangriento sólo él. Quisicosas del lenguaje.
A Sánchez se le dice, escribe y se le grita en la calle, cuando se atreve a pisarla –que es poco–, «¡Que te vote Chapote!». La recomendación no es injuriosa, porque Chapote es un terrorista de la ETA y los socios de Sánchez para mantenerlo en el Gobierno, los de EH Bildu, son o han sido, empezando por su interlocutor Otegui, terroristas etarras. Prueba de ello es que 7 asesinos de ETA y 37 componentes de la banda, se incluyen en las papeletas de EH Bildu para las elecciones municipales y autonómicas del próximo 28 de mayo. No hay fabulación en lo que escribo, sino pruebas irrefutables.
Y tanto «¡Que te vote Chapote!» ha ilusionado de tal manera al propio Chapote que se ha convencido de que lo mejor para su futuro es votar a Sánchez. El chico, que ya no es tan joven, se aburre sobremanera en el albergue obligatorio de 4 estrellas en el que se haya domiciliado. Y quiere cambiar de aires cuanto antes. Aires de libertad que sólo Sánchez es capaz de procurarle.
De ahí la tragedia. La mejor decisión de Chapote carece de viabilidad. Ignoro, por otra parte, si los terroristas que aún permanecen albergados obligatoriamente en sus cómodas instalaciones penitenciarias conservan su derecho al voto. Y para colmo de males, Sánchez no se presenta por Galdácano, ni por Vizcaya, ni por Zaballa, ni por Álava. La conclusión es hiriente. Chapote no puede votar a Sánchez. No obstante, por si se diera la posibilidad de que la insistencia triunfara sobre las normas, me sumo a la insistencia y al que le pique que se rasque.
Sánchez: ¡Que te vote Chapote!