El monumento
Para Espadas, que esos asesinos tengan los mismos derechos en la aspiración de ser elegidos para representar a sus votantes, es una buena noticia
El partido filoetarra EH Bildu ha anunciado que, haciendo un gran esfuerzo en la elección de sus candidatos, tan sólo ha incluido en las listas a siete asesinos y a 37 condenados por diferentes delitos terroristas. No se puede pedir mejor voluntad de reconciliación al partido de Otegui. Podrían haber optado perfectamente por presentar la candidatura de 50 asesinos y 200 terroristas etarras, miembros de la ETA en cualquiera de sus escalones de sangre, dolor, propaganda y dinero. Se demuestra la gran gestión del empresario de minas de oro leonés, nacido en Valladolid, Rodríguez Zapatero, revelada y reconocida por él mismo. Y la satisfacción de Pedro Sánchez, que gobierna gracias a los votos de los terroristas, y que ha sabido valorar el esfuerzo, la medida y el acierto en la elección de los candidatos filoterroristas, si bien, dejándonos de majaderías, si siete de ellos fueron condenados por asesinar y los restantes 37 por colaborar con una banda terrorista, lo de filoterroristas queda excesivamente fino. Se trata de escribir con la mayor naturalidad del mundo, que el partido que ha sostenido y se dispone a seguir sosteniendo al Gobierno social-comunista de Pedro Sánchez, presentará en las listas electorales a 43 terroristas, de cuyas voces no ha surgido ni una sola palabra solicitando el perdón y mostrando su arrepentimiento.
Al candidato socialista en Andalucía, Espadas, esposo de la señora «worperfe», la normalidad ha vuelto a España desde que Bildu está en las instituciones. Dispersas por cementerios de Andalucía hay más de doscientas tumbas con andaluces, jóvenes, medianos y ancianos, mujeres y hombres, militares, guardias y policías, niñas y niños, representantes de instituciones y ciudadanos de a pie, que regaron calles y campos con la sangre de sus nucas gracias a las balas de siete candidatos de Bildu, y a las informaciones y seguimientos de 37 colaboradores del terror. Para Espadas, que esos asesinos tengan los mismos derechos en la aspiración de ser elegidos para representar a sus votantes, es una buena noticia. Y lo malo es que algún joven no tan joven, descolocado y recolocado en el PP, como el bondadoso Semper, coincida con Espadas en celebrar la normal incrustación de los bilduetarras en nuestras instituciones democráticas. En una nación más normal, los 43 etarras aspirantes a ocupar sillones institucionales reservados para la gente decente y pacífica, seguirían en la cárcel, con Otegui a la cabeza en el turno de cola del desayuno penitenciario. Pero en España, desde que nos gobierna la falsedad, la cobardía, la mentira continuada, el amor al lujo y la personal psicopatía, todo es posible. Y para colmo, llamar terrorista a un terrorista, o hijo de terrorista a un hijo de terrorista, puede ser una acción constitutiva de delito de calumnia e injurias. Propongo la instalación en Madrid, entre los monumentos de Largo Caballero e Indalecio Prieto, de un alegórico conjunto escultural que inmortalice la fusión anímica de gobernantes y terroristas. De tal manera, que las nuevas generaciones de españoles, los niños del futuro, además de cumplir con su obligatoria masturbación en los talleres de pajitas impuestos por Irene Montero. La Pam y la Belarra, sepan apreciar y valorar el esfuerzo de cuatro compatriotas comprometidos con la paz y el porvenir. Zapatero, Sánchez, Otegui y «Txapote», cuatro corazones latiendo al unísono. Un gran monumento.
La España de 2023.