Cinco años de la moción de Lucifer
Cuando la gente a la que dices defender está indefensa, harta de mentiras y de derechos de las minorías que esconden los derechos de las clases medias y de las mayorías, de nada vale adelantar las elecciones
Hoy hace cinco años, Aitor Esteban sentenció una cínica verdad, propia del personaje, pero verdad al fin: «Vaya con la nación española, no es capaz de buscar acuerdos para no quedar en manos del PNV». Lo dijo el portavoz del más cimarrón de los partidos españoles, que acababa de aprobarle los presupuestos a Mariano Rajoy y ese día apoyaba una moción de censura para mandarle a su puesto de registrador. Efectivamente, el hábito cainita español, que convirtió en traumática la abstención del PSOE para dejar gobernar al PP, se había encarnado en la hechura a(moral) del que sería presidente del Gobierno durante cinco añitos, uno tras otro, mentira tras mentira, vileza tras vileza, felonía tras felonía, apoyado en las fuerzas de Lucifer: populistas, separatistas y filoterroristas.
El último servicio que hizo a España ese PSOE fue apoyar con la nariz tapada el 155 para responder al golpe de Estado en Cataluña, poniéndole sordina al adoctrinamiento en las escuelas catalanas y a la factoría de odio de la televisión autonómica, no fuera a molestar demasiado a los delincuentes. A partir de ahí, Pedro Sánchez Castejón ha escrito la página más triste de la reciente historia de España, que está a punto de cerrarse en mes y medio, a pesar de que el pato cojo haya intentado sorprender a los demás con el pie cambiado. Al PP, mientras negocia con Vox los Gobiernos autonómicos, a su partido para que se sitúe en modo electoral y no se dedique a echarle la culpa del desastre, a Podemos y Yolanda Díaz para que no tengan tiempo de pelearse y a los votantes socialistas para que no se instalen en el desánimo y reaccionen. Valiente hubiera sido quedarse, convocar elecciones el 23 de julio es una demostración de la soberbia supina del presidente, un intento a la desespera de reinventarse por enésima vez, una huida hacia adelante en lugar de hacer autocrítica profunda y presentar su dimisión. Es más; creo que lo que ha hecho Su Sanchidad es dimitir en diferido, sellar una marcha a plazos, antes de que le vuelvan a tirar por la ventana los compañeros que le debían el sueldo y han dejado de tener ninguna deuda con él. Y aunque sus terminales mediáticas hablan de que ha tomado la iniciativa, en el PSOE ya saben que el adelanto no sirve para salvarle del naufragio, que la travesía del desierto del antaño partido constitucionalista va a ser largo y duro.
En Ferraz se enteraron por la tele, a sus socios les sorprendió entrando en una reunión. Este es Pedro Sánchez. Por mucho que fuerce a Ione y a Yolanda a besarse cuando lo que quieren es escupirse, por mucho que le reviente más que Page se haya salvado que la victoria abrumadora del PP, por mucho que desentierre a Adriana Lastra como el icono pop de su fracaso o que Vara vaya y venga, y por mucho que llevara masticando su derrota mientras mandaba a su propagandista Tezanos a mentiros a dos carrillos, el sanchismo está acabado y los españoles se lo demostrarán el 23 de julio, aunque les haya obligado a elegir entre sus vacaciones y el ejercicio democrático de acabar con un quinquenio de calvario.
Ni él ni sus socios, las fuerzas «progresistas» siguen sin entender que cuando al currela de Parla le hablas del tofu, de los derechos de los trans, del descanso de las gallinas, cuando le dices al ganadero de Lalín que sus vacas contaminan el planeta, cuando al abuelo de Cuenca le desproteges frente a los sinvergüenzas de los okupas que le quieren quitar el pisito que va a legar a sus nietos, cuando conviertes en colega a Otegi y no a las familias que no llegan a final de mes en Badajoz, cuando tu feminismo es un chollo que enriquece a amiguetes y rebaja condenas a los pederastas… cuando la gente a la que dices defender está indefensa, harta de mentiras y de derechos de las minorías que esconden los derechos de las clases medias y de las mayorías, de nada vale adelantar las elecciones ni que tu orfeón mediático llame audacia a lo que es indecencia.