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Sánchez, siniestro total

La toña que se han dado sus amigas Ada y Mónica (que ya no es la jefa de la oposición en la Asamblea de Madrid), por no hablar del testarazo de Compromís de la difunta Mónica Oltra, lo dicen bien a las claras

Actualizada 01:30

Pedro Sánchez Pérez-Castejón pudo elegir: ponerse de perfil y dejar que los barones y alcaldes menos contaminados por su nefasta gestión conservaran sus plazas o convertirse en el perejil de todas las salsas electorales intoxicando a todos. Eligió lo segundo y ya tiene las consecuencias: los españoles han acudido masivamente a decirle, como ya hicieron los gallegos, los madrileños y los castellano-leoneses cuando se les dio la palabra, que Bildu no es un partido de Gobierno sino un atajo de filoetarras, que los votos no se compran sino que se conquistan, que a los delincuentes no se les indulta, que a los violadores no se les rebajan las condenas, que a los okupas no se les defiende, que las mayorías están por delante en derechos de las minorías, que la verdad vale más que la mentira, que la palabra dada tiene un valor moral y que no sirve todo para mantenerse en el poder.

Siniestro total de Sánchez, que ayer se escondió detrás de la portavoz Alegría, que fue portavoz Tristeza. La temperatura social estaba como una olla exprés a punto de estallar. Ya no era solo Isabel Díaz Ayuso y el Madrid tabernario. Ni la Andalucía harta de los ERE. Ni la derecha mesetaria. Era la Comunidad Valenciana de un Ximo Puig pringado hasta el tuétano con los chanchullos de su hermano. Era un Ribó que hizo su sucia carrera en el Ayuntamiento de Valencia sobre el cadáver político de Rita Barberá. Era el vuelco en la Baleares que gobierna la sanchista Francina Armengol o en La Rioja de Concha Andreu. Era el daño injusto infligido a un templado Javier Lambán en Aragón. Era la caída de Vara en Extremadura. Era Almeida de alcalde con mayoría absoluta sobre la ruina de la enésima ministra socialista quemada en el altar madrileño. Era la desaparición de Podemos en la capital de España que le vio nacer un 15-M y que ahora sestea en Galapagar. Era palmar el Ayuntamiento de Sevilla cuando habías cambiado a su candidato y conseguido que se diera una toña contra Juanma Moreno, que ayer reprodujo a nivel local su tsunami andaluz de 2022. Era dejarse en el camino Valladolid y Palma. Era no ganar el Ayuntamiento de Barcelona, a pesar del desistimiento del PSC con los separatistas. Era la defenestración de Revilla para que pueda dedicarse por fin a las tertulias televisivas. Era luchar hasta el final por el triunfo pírrico en Castilla-La Mancha, cuyo presidente era alérgico al sanchismo o resistir en la plaza asturiana o conservar el Vigo del incombustible Abel. Todo eso era el 28-M. Porque Sánchez lo quiso así.

El PSOE tenía que resistir, Yolanda Diaz despuntar y el PP conquistar. El poder autonómico socialista y el municipal (casi tres puntos por debajo de los populares) no resistió: es ya una raya en el océano con la pérdida de 600.000 votos. La promesa de las ondas al agua ferrolana no despuntó, sino que se ha demostrado que es el bluf que muchos nos maliciamos: la toña que se han dado sus amigas Ada y Mónica (que ya no es la jefa de la oposición en la Asamblea de Madrid), por no hablar del testarazo de Compromís de la difunta Mónica Oltra, lo dicen bien a las claras. Y el gallego presidente que vino a apaciguar a un partido que se equivocó de líder tras la traumática moción de censura contra Rajoy, parece que ha conquistado no solo a los últimos de Ciudadanos –ya no queda ni la heroica Villacís–, sino a los votantes desencantados y espantados del PSOE de ultraizquierda que ha dibujado Sánchez y quizá también, por lo menos en Madrid, a parte del electorado de Vox.

Lo peor de todo es que ni Txapote ha votado a Sánchez. Era Bildu el beneficiado de las políticas vergonzosas de Su Sanchidad y los indepes -hasta Trias ganó en Barcelona- los que recogen los frutos de las felonías socialistas. Por eso los batasunos han triunfado en Vitoria y se encaminan a ser determinantes en Navarra, y por eso probablemente asistamos a la entronización de Otegi como nuevo lehendakari. También eso se lo deberemos a Sánchez. El Consejo de Ministros que nos gobernará hasta diciembre es un cementerio con futuros difuntos que todavía podrán hacer mucho daño, gastar mucho dinero público, y demoler los últimos pilares constitucionales. Hay tiempo para todo eso. Incluso para que, a pesar de que no existe un solo contrapeso en Ferraz, los socialistas pongan pie en pared (anoche Lambán lo hizo) y cuestionen a su principal enemigo, Pedro Sánchez, que los ha puesto un lastre al cuello.

Pero ayer comenzó la cuenta atrás para que Peter y Begoña vuelvan a Pozuelo y España recupere la esperanza. Y Feijóo tendrá que responder, con algo más que gestión económica, a esa fabulosa empresa.

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