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Post-itJorge Sanz Casillas

Que la derecha no gobierne nunca

El padre de esta doctrina excluyente no es otro que José Luis Rodríguez Zapatero. Él fue el primero en normalizar el compadreo con aquellas minorías que, mamando de España, trabajan contra España

Actualizada 01:30

Existe una frase dentro del parlamentarismo español que, aunque es antigua, está volviendo a sonar con vigor renovado. Es la siguiente: «Con el PP de [pongan aquí el apellido que quieran] no vamos a pactar».

El último en pronunciarla ha sido el PSOE de Ceuta para descartar cualquier entendimiento con los populares en la ciudad autónoma: «En la actualidad no hay ni puede haber un pacto de Gobierno con el PP de Feijóo», han escrito, para desmantelar ese conato de gran coalición que se avecinaba en la ciudad. La frase, que ya aparece por defecto en los argumentarios de Ferraz (y que suena como esas respuestas automáticas que ofrecen algunos programas de correo electrónico) esconde una finalidad perversa: y es que la derecha no gobierne ni siquiera cuando gana.

El padre de esta doctrina excluyente no es otro que José Luis Rodríguez Zapatero, de ahí su sobreexposición en la campaña del 23-J. Él fue el primero en normalizar el compadreo con aquellas minorías que, mamando de España, trabajan contra España. Y él fue el instigador de ese cordón sanitario al que recientemente se ha subido el PNV para hacerse querer por el pelotón 'progresista'.

Se trata de una corriente que viene de los primeros años de este siglo, cuando desde algunas terminales mediáticas se pedía el surgimiento de una «derecha responsable» y acorde a los nuevos tiempos. Pero era una excusa de mal pagador, simplemente, una distracción para acomplejar a un adversario que en ocasiones le compró el discurso y propició el nacimiento de Vox y Ciudadanos, partiendo de paso el voto en tres. La realidad de los hechos es que, desde Zapatero, a la izquierda le da igual quién esté al frente de la derecha. Le resulta indiferente. Rajoy no les valía por tibio con Bárcenas. Casado les parecía hiperventilado y ahora dicen que Feijóo es primo de Aznar. Compararon a Albert Rivera con José Antonio y ahora aseguran que, si pudiera, Abascal terminaría el desfile del 12 de octubre en la Diagonal, pegando tiros al aire a lomos de un Leopard.

Con estas restricciones, mucho va a tener que remar la derecha para volver a gobernar. La izquierda, lo escribió aquí Luis Ventoso hace poco, ha trabajado durante años al electorado a fuerza de televisión, ideología y, añado yo, una poco disimulada política del subsidio. Ahora el suelo electoral del PSOE es tan amplio como sus tragaderas para pactar con todos aquellos que reniegan de España. Y eso es herencia de Zapatero. En 1996 Felipe González perdió las elecciones por 15 escaños y 270.000 votos (en unos números parecidos a los actuales) y nunca se planteó una investidura de derrotados. Pero eran otros tiempos.

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