La democracia según Sánchez
Acusar al partido que ganó las elecciones de presionar al Rey por querer presentarse a la investidura es un ramalazo autoritario sin precedentes. Ni el derecho a intentarlo les concede el presidente
Muchos adjetivos se han empleado para definir a Pedro Sánchez desde que, a mediados de 2016, comenzamos a saber de su manera de estar en la vida y la política, que no son exactamente lo mismo pero se parecen bastante. Algunos han sido ofensivos, otros hiperbólicos, pero otros muchos han perfilado con precisión cirujana al hombre que ha construido un concepto de la democracia a su imagen y semejanza.
Desde este miércoles, todos aquellos que lo tachan de autócrata se han cargado de razones para pensar que están en lo cierto, aunque la definición sea imprecisa. Para la RAE, un autócrata es aquella persona «que ejerce por sí sola la autoridad suprema en un Estado», y eso de momento no ocurre. En España todavía quedan algunos contrapesos en pie (cada vez menos) que nos protegen frente a pulsiones como las del eventual presidente. Quizá por ello la palabra adecuada sería la de «autoritario».
Este miércoles, Pedro Sánchez ha acusado al partido que ha ganado las elecciones de presionar al Rey por el hecho de querer presentarse a la investidura, lo cual supone un ramalazo sin precedentes. Ha invocado el artículo 99 de la Constitución para decir después que no es hora «ni de presiones al Jefe del Estado ni cábalas mágicas». Es decir, le ha negado a su adversario incluso el derecho de intentarlo. Y lo dice él, que tiene en su haber dos investiduras fallidas, más que ningún otro candidato.
Nadie culpa a Pedro Sánchez por estar crecido después del 23 de julio. Es incluso un rasgo de humanidad. Sin embargo, y hasta que no se legisle lo contrario, es el Rey de España quien propone los candidatos a la investidura en función de lo que le cuentan los grupos parlamentarios cuando van a verle (importante matiz el de la presencialidad). No es GAD3 ni tampoco él quien elige a los aspirantes a presidente por mucho que la propuesta de «derogar el sanchismo» se haya quedado corta en las urnas.
Porque Sánchez se finge ahora protector del Rey para disimular que se presenta a la investidura con tres partidos que niegan su legitimidad. Es más, cualquiera con la memoria en buen estado (la histórica y la reciente) recordará que la primera y última vez que Felipe VI ha tenido que enviar un mensaje a la nación fue para responder ante los desmanes de Puigdemont, nuevo socio preferente del batallón 'progresista'.