Nuestra democracia herida
El sanchismo llevaba cinco años deslegitimando el Estado de derecho, desde que pactó con los nacionalistas la moción de censura contra el PP, una moción que nada tenía que ver con la corrupción, como después se ha visto con tanta claridad
Yo también me he resistido hasta el último momento a creer que Pedro Sánchez fuera a consumar el pacto con Puigdemont. Está en la naturaleza humana negarse a reconocer la gravedad de los problemas, en la esperanza de que llegará algún salvador de último momento a solucionarlos. Contra todas las evidencias del sanchismo y de la deriva de la izquierda, también a mí me costaba admitir que un partido autoproclamado de Estado pudiera llegar a pactar con un golpista y prófugo de la Justicia que el Estado español es represor y que por ello hay que amnistiar a los procesados por el golpe de 2017. Tremendo, y con el mismo lenguaje que el brazo político de ETA, y de cuando ETA mataba.
Esta barbaridad es la que se ha consumado anteayer. El PSOE ha accedido a considerar represor a nuestro Estado de derecho y a aceptar que toda la acción judicial contra el golpe de 2017 es represión. ERC publicó ayer que el PSOE ha dicho sí al siguiente texto: «El Estado se compromete con el fin de la represión relacionada con el 1-O contra el independentismo y por las vías legales necesarias». Después lo retiró por petición del PSOE, porque la amnistía se hará con las mismas mentiras que los indultos. Primero, con la propia negación de que se haya acordado tal amnistía, como lo hacía ayer el diario sanchista de la mañana, y después, con la habitual manipulación de los conceptos, disfrazándola con eso de la desjudicialización del conflicto.
La democracia es, en primer término, Estado de derecho, y, sin Estado de derecho, no hay democracia. Y con un Estado de derecho en cuestión, hay una democracia herida, que es lo que tenemos en España. No ha ocurrido de repente, ciertamente. El sanchismo llevaba cinco años deslegitimando el Estado de derecho, desde que pactó con los nacionalistas la moción de censura contra el PP, una moción que nada tenía que ver con la corrupción, como después se ha visto con tanta claridad. Los indultos, la derogación de la sedición y un discurso machacón sobre el «conflicto» catalán y la derecha «reaccionaria» fueron la antesala. Pero ayer se cruzó una línea roja que atenta directamente contra las esencias de la democracia, cuando el PSOE se ha avenido a considerar represor a nuestro Estado.
Que todo el socialismo lo acepte sin rechistar y que los medios de comunicación izquierdistas lo justifiquen no resta un ápice de gravedad a lo ocurrido. Cuando se desmonta el Estado de derecho para lograr el voto de unos golpistas que no reconocen la democracia española, se daña de forma temeraria una columna fundamental del sistema. Y a la espera, además, de que se consuma de cara a la investidura el ataque a la otra columna, a la nación, con el pacto sobre el referéndum de autodeterminación al que también llamarán otra cosa.
Con una Unión Europea siempre tan movilizada contra Viktor Orbán y compañía, sería de esperar que iniciara acciones inmediatas contra el Gobierno de España tras este ataque al Estado de derecho. Pero ya sabemos que a la UE le cuesta mucho más reaccionar cuando los protagonistas son la izquierda y los nacionalismos xenófobos. La defensa de nuestra democracia dependerá de la sociedad española y de su movilización, cuando salga de esa mezcla de estupor y de negación de los problemas en la que se ha instalado desde las elecciones.