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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Puerta

Quien no haya entendido que la política no puede interpretarse como una profesión estable y enriquecedora, sino como un servicio a España y los españoles, que se dirija a la puerta

Actualizada 08:17

El PSOE ha cedido dos puestos en la Mesa del Congreso a Sumar –cuarta fuerza política–, y el PP le ha negado un puesto a Vox, tercera fuerza con más de 3 millones de votos. El PP ha sido el partido más votado por los españoles, con 8 millones de votos. Podría haber alcanzado los 11 millones, pero la modestia y humildad de sus dirigentes lo han impedido. Lo cierto es que el PP ha despreciado a tres millones de españoles que no son adversarios naturales del PP, y que fueron un día del PP. Mi capacidad de entender al PP ha experimentado una mengua considerable. Soy el tonto de las columnas. Los inteligentes han sido Herrera, Federico, Marhuenda, Quirós, Cuesta, y demás tuteladores del nefasto equipo montado por Feijóo.

Se veía venir con el protagonismo de Cuca Gamarra, inadmisible portavoz, torpe en el lenguaje y de simpar antipatía. Y con González Pons, Margallo, Sémper –el de la playa artificial–, Bendodo, y demás profesionales de la política inmersos en la estructura del poder del partido más descontrolado de Europa. Me recuerda a mi tía abuela Remedios, que un día me daba un beso y cinco pesetas, y al siguiente, sin que mediara palabra, una bofetada. Cierto es que Vox también se ha equivocado, y el abandono de Iván Espinosa de los Monteros lo certifica. Pero la llamada «cúpula» –sonrojante cursilería– del PP, que ha obligado tarde y mal a la infumable Guardiola a no entregar Extremadura al PSOE, y tarde y mal ha apoyado al de Murcia en sus desprecios a Vox para no gobernar en Murcia, merece, como poco, una reunión, un encuentro sereno, dominado por la seriedad, y cuya conclusión no puede ser otra que la que sigue: «Hemos hecho el ganso, hemos perdido lo que teníamos ganado por hacer el ganso, y no es necesario que nos muestren el camino de la puerta». Y no estaría de más, que en Vox se reunieran también sus dirigentes. Se sabe que la gran fuerza de Buxadé no es otra que su brillante capacidad para la recaudación. Pero un partido político es más que una entidad recaudadora. Abascal, que es un hombre serio e incontestable patriota, se ha mostrado blando en el conflicto que ha llevado a Iván Espinosa de los Monteros al cansancio y la desesperanza. También en Vox están obligados a desaparecer voluntariamente algunos dirigentes. Y es entonces cuando se abriría el plazo para celebrar una tercera reunión. La de Isabel Díaz Ayuso y su equipo de confianza con Iván Espinosa de los Monteros y el suyo. Y seguro estoy de que, en esa reunión se dibujaría el primer paso para la fusión o la leal colaboración de la España no socialista, no comunista, no separatista, no terrorista, no anticonstitucionalista, no ladrona, no delictiva y no España.

Feijóo puede seguir siendo un peón importante en su región, y Abascal –sin Buxadé–, un apoyo fundamental para Iván Espinosa. Y el PP cambiaría el banquillo para encomendar a Ayuso o su equipo la reconciliación con quienes han sido sus correligionarios y antiguos compañeros. Lo que está claro es que este PP de vaivenes, Agenda 2030, admiración al PSOE, acomplejado y desleal con millones de sus votantes, no es válido. Del mismo modo que Vox precisa de un valor dialogante, que aún teniéndolo, carece de la fuerza precisa para controlar a los menos dialogantes de su formación.

No se trata de ser leal o desleal con ocho millones de españoles que han votado al PP y tres millones que han confiado en Vox. Juntos alcanzarían casi los 12 millones. Y por separado, pero unidos en la empresa de salvar a España y su Constitución, ya estarían gobernando.

Quien no haya entendido que la política no puede interpretarse como una profesión estable y enriquecedora, sino como un servicio a España y los españoles, que se dirija a la puerta. Y no es necesario que la cierre al salir. Las hay con un muelle que, después de abierta, se cierra solita y muy bien cerrada. Y los grandes periodistas, a ver…

Y lo siento, tía Remedios.

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