Fundado en 1910
Cosas que pasanAlfonso Ussía

Babel folclórico

Contemplar un «aurresku» de Ortúzar o del maqueto Aitor Esteban Bravo, elevando la pierna derecha hasta la barbilla, puede resultar estremecedoramente bello. Y Lilith Verstrynge, moviendo toda su gracia vestida de belga y compartiendo saltos con Yolanda Diaz en una «muñeira» improvisada

Actualizada 01:30

El Congreso no hablará exclusivamente en español o castellano. En la tribuna se empleará el vascuence, el catalán, el mallorquín, el valenciano, el aranés, el castúo, el bable, el panocho y el guanche. Lógico y normal. Los parlamentarios hablan todos en español, pero era necesario dotar a la Cámara Baja de este despropósito aldeano. Y me atrevo a sugerir otro avance multicultural. La mayoría de los parlamentarios socialistas, sumaristas, podemitas, separatistas y terroristas, se sientan en sus escaños vestidos de pordioseros, mendicantes y galloferos. De marca cara, por supuesto. Unos pantalones vaqueros en buen estado son más baratos que unos vaqueros con agujeros en las rodillas y el pre-culo. Para evitar esa mugre monocultural de nuestras izquierdas propongo la bella multicultura de los trajes regionales. Al menos, el colorido y la diversidad de nuestras ricas tradiciones textiles desembocarán en prodigio. Sustituir la mugre casposa en un brillante desfile de uniformidad autonómica, regional y local. Los del PNV y Bildu podrán usar el «kaiku» invernal de los pastores de ovejas de Idiazábal, con sus chapines y abarcas –albarcas en La Montaña santanderina–, y en los meses calurosos las camisetas de los remeros de traineras. Colorido asegurado. Los guipuzcoanos con camisetas amarillas –Orio–, verdes –Fuenterrabía–, blancas –San Sebastián–, rosas –Pasajes de San Juan–, o moradas –Pasajes de San Pedro. Y los vizcaínos, azules oscuras –Bermeo–, o patrocinadas por «Alakrana», como Urdaibai. Los alaveses no tienen mar. Los parlamentarios de izquierdas de La Montaña vestirán de ganaderos de Cabuérniga o Valdáliga, y los santanderinos con la camisa y los pantalones blancos y el pañuelo azul anudado en el cuello. Ellas, de picayas. Los catalanes irán de «castellers» con barretina, los madrileños de «pichis chulescos» de Verbena de La Paloma y ellas de castas y susanas. Habrá que ensanchar los escaños de las valencianas del PSOE y de Compromís, por el volumen de los ampulosos vestidos de falleras, y ellos, de huertanos. Será maravilloso contemplar en los escaños del Gobierno a la ministra Chiqui Montero con su precioso vestido de gitana-paya para la feria, con pliegues, volantes y faralaes alunarados. Los andaluces, de mayorales o gitanos de taconeos. Iceta de defensor de Barcelona en 1714, y Junqueras de Copito de Nieve, el mítico gorila. Los canarios como Los Sabandeños, y los navarros de blanco San Fermín con sus pañuelos colorados. Las castellanas de lagarteranas, y los aragoneses, hombres y mujeres, de joteros. Los gallegos de romeros y gaiteros y los asturianos con sus atractivos trajes folclóricos del Principado. Y los extremeños, los murcianos, los riojanos y los mallorquines y demás isleños baleares, de formentorinos, como la presidente del Congreso, Francina Armengol, la de las tutelas a las menores. Irene Montero y Ione Belarra de abulense y bailarina de zorcicos, que es navarra más cercana a Bildu que navarra de la Ribera. Podrán cambiar todos los diputados de trajes regionales las veces que lo deseen, que el fondo de armario multicultural es inagotable. Y cuando suban a la tribuna de oradores, con antelación a la prédica, podrán ejecutar ante la mesa de los taquígrafos, breves escorzos muelles de sus danzas regionales.

Contemplar un «aurresku» de Ortúzar o del maqueto Aitor Esteban Bravo, elevando la pierna derecha hasta la barbilla, puede resultar estremecedoramente bello. Y Lilith Verstrynge, moviendo toda su gracia vestida de belga y compartiendo saltos con Yolanda Diaz en una «muñeira» improvisada.

No hará falta que se disfrace Simancas, que bastante lleva con su disfraz natural. Y Sánchez, como el cisne negro de «El Lago de los Cisnes», moviendo los brazos como si fueran alas de su «Falcon».

Eso sí, nadie va a entender nada de nada. Pero el espectáculo puede resultar maravilloso.

comentarios

Más de Alfonso Ussía

  • El Rey

  • La «seño»

  • En bici

  • El día de las broncas

  • Reclamo mis 20 euros

  • tracking