Borja Sémper, ese estadista
Si alguien es capaz de decirme una sola democracia –digna de ese nombre– en el mundo donde la Presidencia de la principal asamblea legislativa puede saltarse el reglamento de esa cámara y permitir que una minoría imponga sus deseos, le invito a angulas
El 26 de septiembre de 2000, en el Aula Magna de la Universidad de Gotinga, en la Baja Sajonia, la Fundación Euroamérica que entonces presidía lord Garel-Jones y hoy encabeza Ramón Jáuregui organizó una conferencia titulada «El futuro habla español». La recuerdo muy bien porque me correspondió ejercer de relator del encuentro. Visto lo que estamos viviendo en España, cuesta creer que gentes tan notables como los académicos, políticos y periodistas allí presentes pudiéramos de verdad creer hace menos de un cuarto de siglo, que el español era la lengua del futuro cuando hasta el Gobierno de España está pidiendo hoy en la Unión Europea que se premie al catalán en detrimento del español. Ya de batallar con el inglés mejor nos olvidamos.
Por imposición de la minoría –algo que sólo ocurre en las dictaduras– se ha permitido en el Congreso de los Diputados el uso de lenguas diferentes del español pese a no estar aprobado por el reglamento en vigor. Esto de saltarse el reglamento de la Cámara era muy propio del Soviet Supremo, donde el secretario general del PCUS hacía lo que le petaba. Pero si alguien es capaz de decirme una sola democracia –digna de ese nombre– en el mundo donde la Presidencia de la principal asamblea legislativa puede saltarse el reglamento de esa cámara y permitir que una minoría imponga sus deseos, le invito a angulas en Kulixka.
Con argumentos similares al que yo acabo de mencionar defendió Cuca Gamarra la posición de su partido. Y no hará falta decir que me congratulé. Me parecía mejor argumentar que simplemente levantarse y marcharse como hizo Vox, aunque les reconozco el detalle efectista de dejar los pinganillos en el escaño –vacío– de Sánchez mientras Yolanda Díaz, que se había colado en el escaño de la vicepresidente primera, miraba para otro lado. No fue un buen día para mudar de asiento.
Todo lo sensato que el PP había hecho en este día lo derribó con unas palabras su vicesecretario de Cultura y exportavoz del PP en el Parlamento Vasco que rompió a hablar en vascuence. ¿Se puede ser más incongruente? Desde que Núñez Feijóo incorporó a Sémper a su equipo éste se ha caracterizado por hacer declaraciones que molestan a su base electoral tradicional y, por lo visto el 23 de julio, no parecen cosechar nuevos votos. Pero ahí sigue, inasequible al desaliento, aunque cada vez sean más los votantes del PP que murmuran, con desesperación «así, no». Yo comprendo que mi visión política no tiene las alturas de la de este estadista que es Sémper, pero si es posible, sería muy conveniente que explique a su electorado y a los votantes que no parece que esté seduciendo, qué sentido tuvo ayer que Gamarra empezara denunciando el uso de las lenguas que no son cooficiales en Madrid, y terminase Sémper empleando el vascuence que él mismo se tradujo al español. En ese punto, a nadie pudo sorprender que la mayoría de la Cámara rompiese a reírse… de él. Un estadista, insisto.