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Al bate y sin guanteZoé Valdés

Nunca por venganza

Al ver ese cortometraje titulado '27 minutos' recordé a aquellos cubanos que tampoco salieron a las calles en contra del terrorismo, que todavía hoy, más de medio siglo después, no lo denuncian por cobardía

Actualizada 01:30

Nunca he escrito por venganza, no contemplo la venganza como una forma de redención literaria, mucho menos para pedir perdón, ni para redimirme de nada ni de nadie. Pero esta vez considero muy necesaria la revancha, o desquite, o desafío, si les resulta más apropiado, no sólo para mí, sino para que, desde mi ínfimo lugar, que me he merecido con mi trabajo, porque a mí nunca nadie me ha regalado nada, tal vez consiga alumbrar en lo que pueda, con vivencias y con ideas, a las nuevas y futuras generaciones, en contra del totalitarismo. El totalitarismo que es capaz de adoptar numerosos rostros y disfrazarse con cientos de miles de trajes.

Nunca la venganza me ha movido en nada, generalmente cuando alguien me hace daño, intento olvidar la herida que me ha abierto, y sigo adelante con la intención de que esa perturbadora experiencia no deforme mi percepción con relación a otras personas, no destruya mis ansias de generosidad. Sin embargo, confieso que esta vez no he podido evitar que esa venganza nutra mi decisión a la hora de garabatear estas ideas, para explicar lo que, como supondrán, yo misma no necesito explicarme a mí misma, aunque por lo visto otros si necesitan de mi explicación. Claro, en caso de que les interesara.

En la mayoría de los casos la venganza, sin vergüenza, no conlleva más que odio, ese odio que algunos se arrogan como derecho enmascarándolo bajo el concepto socialista de «justicia social», salvo cuando se trata del caso cubano. Los cubanos somos una vez más los únicos a los que se nos niega el derecho a la justicia, mucho menos al odio, ¡qué lástima! Inclusive si hemos sido los seres humanos –¿o debo decir seres cubanos?– que más odio e indiferencia hemos recibido de parte del mundo, lo que ocurre desde hace más de sesenta y cuatro años… Aclaro: este texto lo empecé a escribir el 21 de septiembre del 2023, de modo que si no se publica de inmediato, o no se llegara a publicar nunca, si les llegase algún día a sus manos y todavía existe en pie la tiranía castro-comunista en Cuba, añádanle los años, horas, minutos y segundos correspondientes, así podrán actualizarlo.

Nací cubana, vengo del futuro, como diría Reinaldo Arenas. ¿Está todo dicho en los tiempos que corren, de censura, represión, clausura, cancelación, y desprecio por la obra de los que nos antecedieron? No, para nada, hay que ahondar, enseñar, desmenuzar, y sobre todo extraer a los que censuran, reprimen, clausuran, cancelan, y desprecian, de sus pobres mundillos confortables. Pero, también soy española, y España me duele.

Tampoco escribo esto para justificarme ante nadie, porque he vivido bajo una tiranía y he sobrevivido en el exilio, sola, donde no se ha sabido entender a las víctimas de esa tiranía castro-comunista, no porque no sea evidente, sino porque no hemos interesado a nadie, porque han menospreciado nuestro aporte. Y, ¡miren que hemos aportado…! Creo que los cubanos del exilio podríamos competir con los israelíes en haberle dado a numerosos países, sobre todo a Estados Unidos, una gran cantidad de científicos, médicos, deportistas, escritores, músicos, poetas, y hasta astronautas, la mayoría huidos, sus padres o los hijos, del totalitarismo comunista castrista.

He visto el cortometraje 27 minutos (https://www.youtube.com/watch?v=GDXzkJhzg8Y&t=1s), lo he visto por venganza y con vergüenza, nadie me ha tenido que explicar nada; la mal llamada revolución cubana, que ni revolución ni cubana, sino revuelta castrista, se hizo a pulso de terrorismo, numerosos actos terroristas en cines, en hoteles, en lugares muy concurridos habaneros, con secuestros, acuérdense el más sonado, el del piloto automovilista Juan Manuel Fangio… Fueron más los muertos del terrorismo castro-comunista que los de Batista, que sólo respondía a la defensiva. Al ver ese cortometraje titulado 27 minutos, al ver las reacciones de los que no quisieron denunciar, mucho menos acudir allí, donde dos seres humanos agonizaban, hasta la muerte, recordé a aquellos cubanos que tampoco salieron a las calles en contra del terrorismo, que todavía hoy más de medio siglo después no lo denuncian por cobardía, lo que no es más que complicidad. Debieran ver ese cortometraje, y quizás mirarse en el espejo cubano, aunque tanto hiera.

El que sí no veré de ninguna forma es el panfleto filmado en honor de un asesino etarra estrenado en el Festival de San Sebastián y según me dicen por Netflix. No lo veré, aunque me lo adornen con que hay que conocer la psicología de los asesinos. La psicología de los criminales etarras, a estas alturas, los españoles debieran conocerla de memoria, la debieran tener tatuada en la mente: es la psicología de asesinar y destruir. Lo que deben conocer, con toda evidencia, es la verdad sobre las víctimas, sus nombres, quienes fueron, hacia dónde se dirigían, ¿se amaban tanto?; y a esa otra parte del pueblo, cobarde y cómplice, que existe no sólo en Cuba, no sólo en España, en todas partes.

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